07 Jan 2022

Alimenta en tu corazón un deseo de vida

“Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante la lepra desapareció” (Lucas 5, 12-13).

“Si queres”, alguien que no renuncio al deseo de vivir; ese hombre aun de su enfermedad era un leproso. Imagina ustedes, en aquel tiempo la lepra. Aun teniendo esta enfermedad, esta persona no renuncio al deseo de vivir, él tiene consciencia de su situación, pero no se entrega, alimenta aún en el corazón un deseo de vida: “Señor, si queres….”, é expone ese deseo para Cristo, él expone tu angustia, tu realidad.

El deseo nos abre a acoger algo, del contrario, aún que hubiese alguien dispuesto a darnos alguna cosa, si no deseamos aquella cosa, eso no serviria de nada, esta cosa seria despreciada. El deseo solo tiene sentido si hubiese abertura de corazón, inquietud interior. Tu necesita desear Dios, tu necesita querer Dios en tu vida, tu necesita abrir a la acción de Él, porque de nada sirve el querer de Dios, el deseo de Él de ayudar a ti, de salvar a ti, si tu también no manifestase tu deseo de Dios.

Desee una vida honesta, una vida digna y lanza tu corazón en la realización y en concretización de este deseo

No deseemos pocas cosas, deseemos cosas del Alto. Siempre en el comienzo del año, nosotros pedimos: “Teniendo salud, que las otras cosas vamos buscar”, no basta tener salud, desea también tu salvación, desea la santidad, desea ser una persona plena de Dios. Solo salud piden los paganos, para que esta salud los ayude a ganar dinero, a tener muchas cosas, pero nuestra vida, nuestros proyectos no están en este mundo. Entonces, además de la salud, desea la santidad, desea una vida honesta, una vida digna y lanza tu corazón en la relación y en la concretización de ese deseo.

Jesús responde: “Yo quiero, quedar purificado”. ¡Que cosa linda! Ocurre el encuentro entre los dos deseos: del corazón de aquel hombre y el deseo de Cristo. Delante del deseo sincero de aquel hombre, Jesús también manifiesta tu deseo: purificar aquel hombre, salvar aquel hombre, él consiguió tocar el corazón de Cristo y, ahora, Cristo toca aquel hombre.

Dios desea siempre la vida para ti, la plenitud, ahora tu tienes que querer también, si tu también tiene esta disposición. No te dejes tomar por el sentimiento de indignidad; aquel leproso podría haber quedado aprisionado en tu dignidad, en aquel sentimiento malo, pero tu miseria no es el obstáculo para la gracia de Dios; Él desea tocar tu vida profundamente y desea transformarla. Que tu también desees esta gracia, esta transformación; une tu deseo al deseo de Dios que quiere salvarte. ¡Que cosas grandiosas van ocurrir en tu vida!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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