“El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió” (Lucas 10,16)
Jesús, después de haber corregido, haber reprendido las ciudades de Corazín, y Betsaida y también de Cafarnaum, dirige a Sus discípulos estas palabras: “El que escucha a ustedes”, diciendo a los discípulos, ordenándolos de anunciar el Reino y de no temer al rechazo.
Él fue rechazado por estas ciudades de Corazín, Betsaida y Cafarnaum. Jesús realizo milagres en Corazín y Betsaida. Y los milagros, gente, nos llaman a la fe; los milagros, los efectos de Nuestro Señor deberían provocar la fe, pero, desgraciadamente, aquel poblado estaba indiferente. Así como la ciudad de Cafarnaun que fue la ciudad que Jesús adoptó para vivir.
Imaginemos: el Hijo de Dios eligio mi ciudad para vivir, para vivir y realizo allí Sus efectos, ha dado allí Sus enseñanzas, y, ¿no ha creído en Él? Jesús reprendió y dijo: “El que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; quien elige a a mí acoge al Padre”.
No rechacemos la salvación, pero acogemos la salvación, la Escritura y el Cristo
Mis hermanos, no podemos rechazar Nuestro Señor, pero debemos acoger a Él. No debemos despreciar a Nuestro Señor, pero debemos amar a Él. Porque si acogemos a Él, si amamos a Él, seremos salvos.
Y dentro de esta línea de no rechazar pero de acoger, hoy, conmemoramos San Jerónimo, doctor de la Iglesia, sacerdote, nació en el año de 347 y fue para la Tierra Santa para estudiar in loco a Sagrada Escritura, y allí se dedicó y santificó por medio de la Sagrada Escritura.
Y así como Jesús enseñaba que rechazar a Él es rechazar el Padre, es rechazar la salvación, San Jerónimo también enseñaba que, por medio de la Palabra, rechazar e ignorar el Cristo. No ignorar la Escritura para no ignorar a Cristo, pero acoger la Escritura, acoger la Palabra de Dios para acoger el Cristo, para acoger la salvación. ¡Mira que Jesús esta dando el tiempo para mí y para ti!
En este mes de la Biblia, en este mes que nosotros encerramos, que el Señor haya despertado, aún más en nuestro corazón, un deseo de leer más, de reflexionar más y de vivir más la Palabra de Dios. No ignoremos la Palabra, porque, sino, estaremos ignorando el Cristo, no ignoremos la Palabra, el Cristo, porque sino estaremos rechazando la salvación. No rechacemos la salvación, pero acojamos la salvación, la Escritura y el Cristo.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!