“Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio” (Jn 15, 26-27).
Miren, mis hermanos y hermanas, aparece en el Evangelio de hoy el primer oficio, el primer encargo, la primera misión del Espíritu Santo, que es dar testimonio de Jesús. El testimonio muestra factualmente, es decir, en la practicidad, lo que se cree. El Espíritu Santo, justamente, viene para dar testimonio, porque Él muestra en la practica lo que debemos creer.
Las personas no necesitan de explicaciones, las personas no necesitan de una adoctrinamiento – entienda muy bien esta palabra – las personas primero necesitan de una experiencia, ellas necesitan del Evangelio predicado y vivido. Después sí, ellas van necesitar conocer los elementos de la fe, ellas van estructurar su fe apartir de aquello que nosotros ya tenemos en este dos mil año de tradición, que es el tesoro de nuestra Iglesia. Todo eso vendrá posteriormente, pero las personas necesitan tocar en la esencia del Evangelio, las personas necesitan tocar en el corazón de Cristo, las personas necesitan ver que el Evangelio es posible de ser vivido.
El Evangelio esta ahí es el Espíritu Santo que nos muestra esta verdad que Jesús nos enseña, pero de una forma muy practica. Por eso, que el discípulo también es llamado a testimoniar y no solo dar un buen ejemplo. Creemos muchas veces: “Voy dar el testimonio”, es decir: “Necesito dar un ejemplo”, no es solo un buen ejemplo porque testimoniar quiere decir: abrirse al Espíritu Santo en primer lugar, porque el Espíritu Santo fue el primero a testimoniar sobre Jesucristo.
Abramonos a la acción del Espíritu para que Él nos encoraje en el testimonio del Evangelio
Entonces, testimoniar Jesucristo es abrirnos a la acción del Espíritu Santo, es dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros y nos transforme. La raíz del testimonio esta en el Espíritu Santo, la raíz del testimonio vive en el Espíritu Santo, porque si no fuera el Espíritu Santo, seriamos meramente repetidores de las enseñanzas.
Podría ser un buen repetidor de muchas verdades, de los dogmas, de toda la Doctrina, pero necesito de Espíritu Santo para que mi Palabra tenga la eficacia; necesito de Espíritu Santo, para que mi Palabra sea un testimonio en la vida de las personas de que, Jesucristo es el Señor y Él esta vivo.
Entonces, en esta preparación para la Solemnidad de Pentecostés, abramonos a la acción de Espíritu Santo, abramonos a la acción del Espíritu para que Él nos encoraje en el testimonio del Evangelio.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
