“Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3, 10-12).
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Amados hermanos y hermanas, aquí hay una conversa entre Jesús y Nicodemos. Es un dialogo, y Jesús quiere llevar este hombre que estaba interesado en saber quien Él era, un hombre que estaba dócil a la voluntad de dios, diferente de los otros fariseos, maestros de la Ley, escribas, era un hombre de gran exito en el medio judaico, pero un hombre que hizo una experiencia profunda con Jesús, por eso quería saber más.
Mira la sed del corazón de Nicodemos: ¡saber de las cosas del cielo! Diferente de los demás que buscaban matar Jesús, Nicodemos quería escuchar a Él, quería saber quien era este Hombre que llevaba muchedumbre, que sanaba las personas y que hacía una revolución en el corazón de muchas personas, y la vida de ellas era cambiada. Mi hermano, mi hermana, la salvación pasa por la sumisión a Dios, por la contemplación del Crucificado. Cuando Jesús dijo: “Si nosotros damos testimonio de aquello que es de esta tierra, y vosotros no crees, ¿cómo que vas creer cuando hablo de las cosas del cielo?”.
Y aquí, como nosotros escuchamos en la anunciación, la obediencia total de María, necesitamos estar sumisos a Dios por la contemplación del crucificado, es decir, Jesús estaba anunciando, aún de forma velada, como Él iba entregarse por la humanidad. Él iba entregarse por medio de la Cruz. ¡Y cuantos de nosotros no entendemos lo que es la cruz de Cristo! La cruz de Cristo es la total sumisión y obediencia total del hijo de Dios en relación al Padre, y eso encantó el corazón de Nicodemos.
La salvación pasa por la sumisión y pasa por la contemplación del crucificado
Por eso, mis hermanos, la salvación pasa por la sumisión y por la contemplación del crucificado. ¿Quieres tener la seguridad que eres salvo? ¿Quieres tener la seguridad de que Cristo alcanzo tu familia, tu vida? Sea sumisión a la voluntad de Dios, contemplando la cruz de Cristo. Allí esta, mi hermano, nuestra victoria; allí esta, para nostros, nuestra salvación. No hay salvación sin Cruz, no hay salvación sin nosotros someternos en aquello que Cristo realizo por nosotros, morir por nuestros pecados.
Nosotros perdemos esta consciencia cuando aún seguimos viviendo en estado de pecado. Nosotros no tomamos consciencia del crucificado, nosotros no tomamos consciencia de la sangre que fue derramado en aquella Cruz, nosotros no tomamos consciencia de que Dios ha venido para salvarnos.
Mi hermano, mi hermana, abramos nuestro corazón en este día, para que la salvación de Dios entre en nuestra vida, para que la salvación de Dios entre en nuestra casa, para que, como Nicodemos, seamos sumisos a todo aquello que Dios nos ofrece.
¡Cuantos de nosotros hemos sido sumisos a nuestros pecados! Y siendo sumisos a los pecados, hemos nos perdido. Pero la sumisión a contemplar el Cristo crucificado nos trae siempre la salvación. Que Dios pueda darle la gracia de ser sumiso.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!