17 Oct 2019

La verdadera religión acepta corrección y conversión

“Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación” (Lc 11, 53-54)

Fariseos y maestros de la ley eran personas muy religiosas, eran aquellos que practicaban la religión y ponían por encima de todo y de todos. Las practicas, no condicen con lo que creen.

Jesús estaba guiando, advirtiendo, exhortando, formando y, especialmente, llamando la atención de ellos sobre las practicas que hacen, las cuales eran incoherente con lo que hablaban, predicaban y enseñaba a los demás. Incluso porque, ellos ponen fardo pesados para los demás llevar, exigen mucho de los demás, pero ocultan las injusticias que practicaban o hacen vista gruesa para los errores que los demás cometían, y así por delante,

El Maestro quería provocarlo a la conversión, para que se vuelva, de verdad, para Dios de amor y de justicia, y no el Dios del legalismo.

Ellos no acogen la corrección de Jesús, por el contrario, se cierran y se armaran contra Jesús y comenzaron a tratarlo de forma muy gruesa; comienzan a rechazarlo y armar trampas para oponerse a Él.

Religión que no provoca conversión ni corrección de Dios no nos lleva a Él

Cuando nos oponemos a convertirnos o ya creemos convertidos, no aceptamos corrección, no aceptamos que necesitamos mejorar ni rever nuestras posturas y actos. Cuando más religiosos somos, más corregidos por Dios necesitamos ser.

Religión que no provoca conversión ni corrección de Dios no nos lleva a Él. Es la religión del culto propio, es la religión hecha para Dios ser instrumento en favor de nosotros, de lo que nos gusta, de nuestros interés y incluso para parecer y lucrar en nombre de Dios.

Fue eso que hicieran, muchas veces, los maestros de la ley y fariseos: propagaban en nombre de la religión. La religión tiene que ponernos en el suelo, tiene que poner, cada vez más, de forma humilde, modesta, para que corrijamos y seamos corregidos por Dios, para que nuestras posturas, nuestros actos y palabra sean de acuerdo con el corazón de Dios.

No basta hablar de Dios, es necesario, por cima de todo, dejar que Él hable a nosotros, que nos corrija, guie y nos enseña vivir a cada día.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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