“Por eso mi gozo es ahora perfecto. Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 29-30).
¿Cuál es mi alegría? ¿Cuál es tu alegría? La alegría que nosotros escuchamos, en el texto aquí, se refiere a la alegría de Juan bautista que era la de preparar la llegada de Mesías, era la de escuchar Su voz, era una alegría completa porque era la acogida de Cristo total, de Cristo pleno, entero. Eso nos recuerda que nosotros nunca tendremos una alegría completa mientras no acogemos Cristo en nuestro corazón.
No existirá alegría, en esta Tierra, si no es a partir de Cristo. Él es mi alegría, Cristo es tu alegría; la vida de Cristo, las acciones de Cristo, los sentimientos de Cristo, el proyecto del Reino de Dios anunciado por Cristo, esta es nuestra alegría. Alegría es ser de Cristo. Ser de Cristo es mi alegría, es tu alegría.
Nunca tendremos una alegría mientras no acogemos Cristo en nuestro corazón
Después, Juan Bautista, lleno de esta alegría, es capaz de decir: “Que Él crezca y yo disminuya”, ese es el espacio del amor: dejar que el otro expanda su ser en sus dones, en sus talentos, en sus cualidades. Todos nosotros necesitamos de ese espacio de crecimiento, del contrario, todas las manifestaciones de amor van ser sofocante, van ser un asalto del derecho del otro de ser él mismo. No podemos robar lo que es del otro.
Juan Bautista tiene consciencia de que Cristo necesita crecer y él disminuyr, esta es la alegría de Juan Bautista: ver Cristo crecer, ver el Reino de Cristo ocurriendo. Eso puede estar en todas nuestras relaciones: padres y hijos, marido y mujer, amigos, hermanos de comunidad, colegas de trabajo. ¡Como es importante dar lugar y oportunidad del otro ser quien él es! ¡Como es bueno cuando nos alegramos con el crecimiento del otro, con las victorias del otro, con aquello que el otro conquista! Eso es un grande antídoto contra la envidia, contra el celo, contra la ganancia, contra las divisiones.
El crecimiento del otro no nos excluye. Cuando Jesús crecía, cuando Él anunciaba, eso no excluye el ministerio de Juan Bautista. Por el contrario, el crecimiento del otro nos eleva, porque el otro es parte de nosotros. Juan bautista era parte de Jesús, y Jesús era parte de Juan Bautista.
Para afirmarnos, no necesitamos disminuir nadie; para elevarnos, debemos bajar y dar al otro la oportunidad de crecer. ¡Fue así que Cristo nos amo. Hagamos lo mismo! Que esta sea nuestra alegría: la vida de Cristo, la forma de Cristo amar, la forma de Cristo perdonar, la forma de Cristo realizar las obras del Padre. Que esta sea nuestra alegría, que Él crezca y que nosotros disminuyamos.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y espíritu Santo. ¡Amén!