“En aquel tiempo, llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y allí preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas». Entonces Jesús les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo»” (Mateo 16, 13-23).
Un llamado a la conciencia
Hermanos y hermanas, la pregunta de Jesús no tiene nada que ver con una encuesta de opinión, ni con un problema de baja autoestima, una crisis de identidad o ni siquiera con un proselitismo barato.
La pregunta es un llamado a la conciencia de los discípulos, para saber si están siguiendo a una persona, Jesús, a una idea o a la visión que los demás tienen de Él.
Pensamos que los dueños de las preguntas son los alumnos. Siempre existe esa idea de que los alumnos son los que hacen las preguntas. ¡Pero no! Son los maestros quienes poseen el arte de interrogar, son ellos quienes, con la sabiduría del tiempo, saben cómo apelar a la conciencia. Por eso es Jesús quien interroga.
Nosotros le hacemos muchas preguntas a Dios, ¿verdad?
¿Quién de nosotros, en alguna situación de la vida, no ha hecho nunca aquella famosa pregunta: «¿Por qué, Señor? ¿Por qué a mí, por qué de esta manera?»?
Muchas veces nos dirigimos a Dios con estas preguntas, pero hoy es Jesús quien nos plantea una pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Sabemos que, desde el Génesis, Dios lanza preguntas al ser humano con la intención de devolverlo a la esencia de su vida, a su identidad.
¿Lo recordamos?
Adán, ¿dónde estás? Estaba escondido, en la amargura de su pecado.
¿Dónde está Abel, tu hermano? Para hacer que Caín recapacitara sobre aquel terrible error de haber matado a su hermano por envidia y celos.
Vean, Dios nos hace preguntas, Dios interpela nuestra conciencia para que nos volvamos a Él, para que abandonemos nuestras malas acciones y comportamientos y sigamos fielmente sus preceptos.
En el mundo de hoy, marcado por la difusión de las fake news (noticias falsas), incluso sobre la persona de Jesús, Él mismo necesita interrogar nuestro corazón, nuestra mente, para que podamos darle una respuesta sólida y verdadera: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo», mi Señor, mi Salvador.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!