“En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola: «Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos: el grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. (Mt 13, 31-32).
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Mis hermanos y mis hermanas, en este lunes, 31 de julio, la Iglesia celebra la memoria de San Ignacio de Loyola. ¡Vamos hablar sobre ese santo porque el Evangelio tiene todo a ver con la vida de ese hombre!
Cuando Jesús conto la parábola del Reino de los Cielos como esta semilla de mostaza que es tan pequeña, la menor de todas las semillas, pero cuando crece queda grande y se convierte un árbol que los pájaros vienen y hacen nidos en sus ramos.
Lo que se convierte en lo que nosotros llamamos “Compañia de Jesús” o “Jesuíta” es justamente fruto de la vida de ese hombre: San Ignacio de Loyola. Él era un militar que, en una de las batallas, fue afectado por un disparo de cañón. Y, en la experiencia de convalecencia en el hospital, recibe un libro sobre la vida de Cristo, recibe los Evangelio.
Y, en la lectura de la vida de Cristo, ese hombre hace una experiencia personal con el Señor; hace una experiencia transformadora con la vida de Jesucristo
Que todo en nuestra vida sea para honor y gloria del nombre de Jesús
La semilla, como he hablado, que era aparentemente pequeña — ¿que es, por ejemplo, un libro que has regalado para alguien? Tu coges un libro, compra un libro espiritual de un predicador, es un libro que tu has hecho una experiencia con él y regalas para alguien. ¡No tenemos dimensión de que eso puede hacer en la vida de alguien!
Y, aquí, esta situación, fue la Biblia, fue la Palabra de Dios, fue la vida de Jesucristo. Pero, en el corazón de San Ignacio, ha dado frutos abundantes. Él se ha basado en la Compañia de Jesús, como dije, donde el slogan de los Jesuitas es la “Ad maiorem Dei gloriam” (Para la mayor gloria de Dios).
La vida de un hombre que tuvo un encuentro personal con Cristo, por medio de la lectura y de la reflexión de la Palabra de Dios en una situación, en na situación peculiar de tu vida, fue alcanzado por un disparo de cañón. Muchas veces, necesitamos de una parada, necesitamos de una realidad impactante en nuestra vida para permitir que Cristo entre.
Tal vez, tu has experimentado eso en un momento de dolor, de sufrimiento y de provocación, en que, por medio de aquella situación aparentemente triste y dramática, Jesús entro en tu vida y tu has dado espacio para que esta semilla tan pequeña, aparentemente pequeña, cayendo en tu corazón, pudiese dar muchos frutos y producir la persona que tu eres; el hombre de Dios que tu eres, la mujer de Dios que tu eres.
Entonces, hoy, al celebrar la memoria de San Ignacio de Loyola, nosotros también queremos decir: “Todo para la mayor gloria de Dios”. Que todo en nuestra vida sea para el honor y gloria del nombre de Jesús, acogiendo Su Palabra, acogiendo Su Reino dentro de nosotros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!