La fe de este oficial romano nos muestra que la Palabra nos libera de toda y cualquier parálisis
“El centurión contestó: «Señor, ¿quién soy yo para que entres en mi casa? Di no más una palabra y mi sirviente sanará” (Mt 8, 8).
Tengo una profunda admiración por la fe de este oficial romano, porque él se acerca de Jesús para pedir por su empleado que esta paralizado y no consigue caminar. Si es una maquina, conseguimos arreglar, llevamos para reparar y ella comienza a funcionar. Los seres humanos, sin embargo, no son máquinas. Cuando, de alguna forma, la parálisis toma cuenta de nuestra vida, podemos tomar ese o aquel remedio, pero si la parálisis es allí dentro, ¿qué puede levantarnos?
La fe de ese oficial romano nos muestra que la Palabra nos libera de toda y cualquier parálisis. “Basta una palabra tuya para que mi siervo salga de la vida paralizada en que él se encuentra”. Necesitamos que la Palabra de Dios nos libere de todo aquello que esta paralizando, que esta paralizando nuestra vida.
El mundo en que vivimos, hoy, es tan veloz, es el mundo de la correría, de la prisa, dónde no tenemos tiempo ni para parar. Las personas están tragando la comida, porque no tienen tiempo para comer bien, están con el teléfono móvil en la mano, con la cuenta delante para solucionar, y la vida se convierte todo eso junto, porque la vida es muy veloz.
Yo sé muchas personas les gustan de escuchar la Palabra de Dios, pero ellas no se inclinan más sobre ella, no tienen más tiempo. Esta parafernalia de vida agitada, de vida corrida y exigente, va poco a poco paralizándonos. Basta constatar de un lado y de otro la cantidad de exámenes médicos, especialmente, de personas que necesitan apartarse para hacer tratamientos médicos muy serios.
El problema no es solo la salud física, pero también la salud emocional, porque nuestras emociones están paralizando delante del mundo agitado en que vivimos. Estamos volviendo paralíticos de alma y de espíritu. Nuestra mente esta paralizando, ya no consigue más funcionar como necesita, porque son muchas cosas dentro de ella.
La Palabra de Dios nos libera de toda parálisis, pero muchas personas quieren una palabra mágica. Jesús no hizo mágica para ese hombre, Él lanzó la Palabra para que aquel corazón se abriera y, a partir de allí, muchas parálisis fueron sanadas en la vida de aquel siervo.
No esperemos mágica de Dios, dejemos que la Palabra de Él entre en nosotros y nos libere de muchas cosas que tiene paralizado la vida de cada uno de nosotros.
¡Dios te bendiga!