Somos frágiles, pero no podemos dejar que crezca en nosotros la corrupción de la palabra, de la autenticidad ni de la consciencia
“Digan sí cuando es sí, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio” (Mt 5, 37).
No necesitamos jurar ni exaltarnos para prometer algo a alguien, porque la fuerza de la palabra viene por la autenticidad de la vida de la persona. Cuando nos acostumbramos a contar una mentira aquí, otra allá; cuando nosotros tenemos dos palabras delante de una misma realidad; cuando, frente a una persona, decimos una cosa, pero delante de otra persona decimos algo diferente, eso significa que no somos auténticos.
Es difícil o casi imposible confiar en personas que no son autenticas. Somos frágiles, pero no podemos dejar que crezca en nosotros la corrupción de la palabra, de la autenticidad ni de la consciencia.
El gran mal del mundo en que vivimos son las mentes que se corrompe por cualquier cosa, son personas dudoso en las palabras, que se mueven por juego de intereses, y hay momento dicen una cosa, otros momentos dicen otros; a veces tiene ese comportamiento, pero, en aquella otra realidad, van a tener otro comportamiento.
Personas corruptas son falsas, y la falsedad es la falta de autenticidad. Ni siempre es fácil [ser auténtico], pero es porque vamos acostumbrando con pequeñas mentiras y transformando cosas pequeñas, como si ellas no tuvieran importancia. Una pequeña, “mentira” es una mentira de cualquier forma; una cosa que se dice de forma contradictoria, engañosa e ilusoria, transformanos en personas falsas.
Comulgar con el Señor es comulgar con la verdad. No podemos ser, nunca, personas de dos caras, de dos palabras y dos corazones. Que nuestro ‘sí’ sea sí, y que nuestro ‘no’ sea no. No podemos ser ‘sí’ para alguien conforme las conveniencias, conforme las ventajas que queremos obtener aquí y allá.
Toda falta de autenticidad, todo lo que es mentiroso es del maligno. Que nuestro “sí” sea sí, que nuestro ‘no’ sea no; lo que pasa de eso es diabólico, malicioso, no es del Cielo.
Que la Palabra de Dios nos conceda autenticidad de vida.
¡Dios te bendiga!