Hoy es sábado, día dedicado a Nuestra Señora. El Evangelio de hoy nos va a hablar de algo que es muy esencial y que María vivió de forma muy sincera y con mucha perseverancia: escuchar la voz de Dios y poner en práctica todos Sus mandamientos y enseñanzas.
El Evangelio de San Lucas 11,27-28 nos dirá lo siguiente: En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “¡Feliz el vientre que te trajo y los pechos que te amamantaron!”. Jesús respondió: “Mucho más felices son los que oyen la Palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Escuchar, acoger y practicar: tres realidades importantes
El Evangelio de hoy nos presenta una breve, pero intensa realidad que muchos están perdiendo en los días actuales: escuchar la palabra y ponerla en práctica.
Yo llevo conmigo una máxima de una experiencia personal que hice con Dios en este sentido: escuchar es diferente de experimentar, es decir, puedo escuchar, puedo incluso guardarlo en el corazón, pero no poner nada en práctica.
Quien hace la verdadera experiencia con Dios pone en práctica aquello que experimentó, es decir, los mandamientos. Aquí, hermanos míos, escuchamos a Jesús que corrige el elogio y lo eleva.
La obediencia a Dios nos lleva a la bienaventuranza
Jesús no niega la bienaventuranza de María, al contrario, nos muestra que ella es verdaderamente bienaventurada. No solo porque lo concibió en el cuerpo, sino porque acogió la palabra en el corazón y vivió por ella. Nuestra Señora vivió, de hecho, aquello que el Evangelio nos está diciendo: escuchar, acoger y poner en práctica, es decir, vivenciar.
María vivió esto de forma plena, y ella quiere enseñarnos que la obediencia a Dios nos lleva a la bienaventuranza, es decir, nos lleva a la voluntad de Dios.
La eternidad solo se realizará en nuestra vida si somos bienaventurados, es decir, hombres y mujeres puros de corazón. La pureza del corazón nos lleva a rechazar lo que el mundo nos ofrece.
Solo quien es humilde obedece la voluntad de Dios
Por eso, aprendemos de María, que engendró al Salvador en su vientre, pero en todo obedeció a Dios. Ella no fue arrogante, sino humilde. Solo quien es humilde escucha, obedece y pone en práctica la voluntad de Dios.
Pidamos la intercesión de Nuestra Señora para que podamos vivir todo esto de forma sencilla, humilde, pero perseverante.
Que Nuestra Señora interceda por nosotros y nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!