“Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” (Jn 6, 1-15).
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Mis hermanos y hermanas, hoy es domingo, día del Señor, y recibimos este texto del capítulo 6 de San Juan. El Evangelio de San Juan, junto con los otros evangelistas, componen el año litúrgico. Por eso tomamos el capítulo 6 de San Juan, que está totalmente dedicado al pan.
Recordarán que la fiesta de la Pascua estaba cerca, y aquí hay un sentido teológico, porque está prefigurado lo que va a suceder en la Pascua de Jesús. Una anticipación, en cierta forma, de la institución de la Eucaristía, señal de que Jesús alimenta a su pueblo con un pan prodigioso, que es Él mismo, su propia vida.
Los cinco panes son de un niño, el texto lo deja bien claro. Y Jesús también pone a prueba a Felipe. El texto también habla de ello: “¿Dónde vamos a comprar pan?”. Esta pregunta: “¿Dónde vamos a comprar pan?” ya tiene respuesta. Jesús es de donde proviene el pan del cielo. Jesús es el lugar de donde proviene este pan. El pan del cielo está hablando con Felipe.
Comprar aquí significa poner la cuestión en el ámbito económico. ¿En qué panadería podemos comprar? Felipe se da cuenta de que no podrá encontrar una panadería ni dinero para pagar lo que se gastaría en alimentar a toda esa gente. Una multitud. 200 denarios. Un denario era el salario de un día de trabajo. Es decir, era mucho dinero. Eran 200 días de trabajo. Y la respuesta es: “No hay posibilidad. Es imposible”.
El profundo significado de la multiplicación de los panes
Jesús puso a prueba al discípulo y le hizo ver que Él supera incluso nuestros cálculos matemáticos, nuestros cálculos económicos. Dios todo lo puede. Andrés, como se ha dicho, propone una salida: los cinco panes de aquel muchacho. Empezando por un niño que era más previsor que muchos de los adultos que estaban allí. Y los niños ni siquiera contaban en aquella época. Los adultos no llevaron nada. Más bien, hay un gesto de generosidad. El niño que dispone de lo poco que tiene para que Jesús haga el milagro.
Normalmente llamamos a este texto bíblico: el suceso de la multiplicación de los panes. Pero, antes de la multiplicación de los panes, tuvimos la división de los panes. ¿Por qué? Porque a veces sólo queremos el milagro ya hecho, sin nuestra participación. Pero, antes de multiplicar, tuvo que dividir. Aquel niño tuvo que renunciar a lo que era suyo.
Muchas veces queremos tratar los milagros de esta manera. No queremos participar, queremos que Dios lo haga todo y nosotros nos quedemos esperando como espectadores a que Dios actúe sin nuestra participación. No es así. Tenemos que participar en las obras de Dios. Tenemos que poner de nuestra parte. Tenemos que abrir nuestro corazón, dar también de lo que es nuestro e involucrarnos en el movimiento de la gracia de Dios.
La primera lectura de hoy habla precisamente de Eliseo, que renuncia a los 20 panes que había ganado y los reparte entre 100 personas. Eran sólo 100. Jesús supera absolutamente cualquier señal, porque Jesús es el pan del cielo que, en abundancia, se da para saciar el hambre de su pueblo.
Pidamos al Señor la gracia de creer en su milagro, pero no dejemos de participar en los acontecimientos de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!