La decisión de no mirar hacia atrás
Hoy, 1 de octubre, celebramos la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús. Vamos a adentrarnos en la vida de esta gran Doctora de la Iglesia que no salió del convento, pero evangelizó muchos corazones. Escuchemos este Evangelio y pidamos la gracia de Dios para perseverar en Su voluntad.
El Evangelio de Lucas 9,57.62 nos dice lo siguiente: En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos caminaban, alguien en el camino le dijo a Jesús: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús, sin embargo, le respondió: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no es apto para el Reino de Dios”.
La llamada radical: más que entusiasmo, una decisión
El Evangelio de hoy, mis hermanos, es directo, radical y desafiante. Jesús va camino a Jerusalén, y, por el camino, algunas personas manifiestan el deseo de seguirle. Aquí está la gran realidad que debemos traer a nuestro corazón: manifestar nuestro deseo de seguirle.
Este es el primer camino que debemos recorrer, la apertura del corazón para dejar aquello que no es de la voluntad de Dios y abrazar Su voluntad. De esta forma, no podemos vivir una vida de solo entusiasmo, pues el entusiasmo pasa.
Un camino de libertad y entrega
Se necesita decisión, porque la decisión nos lleva a profundizar nuestra fe. Así, podemos apropiarnos del Reino de Dios y seguir de forma radical, es decir, las personas le dicen a Jesús: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Por lo tanto, seguir a Jesús no es caminar hacia la comodidad, no es caminar hacia la seguridad o hacia el prestigio; es una vida de entrega. Jesús no promete facilidades, es decir, Él es pobre, libre, sin morada fija. Y quien quiera seguirle necesita estar dispuesto a vivir también esa libertad.
¿Estás dispuesto a vivir esa libertad, renunciando a las facilidades, renunciando a todo aquello que pueda traerte seguridad, comodidad, hasta el punto de seguir a Jesús más de cerca?
Santa Teresita: una vida entregada sin privilegios
Mira la vida de Santa Teresita del Niño Jesús… Cómo esta mujer de Dios, Doctora de la Iglesia, patrona de las misiones, una joven carmelita que nunca salió del convento, pero tocó la vida del mundo. ¡Esta fue una vida oculta, simple y radicalmente entregada al amor de Dios! A la luz del Evangelio de hoy, vemos cómo su vida fue una respuesta concreta y luminosa al exigente llamado del Señor.
Una vida sencilla, un amor radical
Una jovencita, adolescente, comprendió que seguir a Jesús, dar su vida al Maestro es no tener lujos, es no tener privilegios; el único privilegio que tenemos es la cruz de Jesús, es decir, participar de Sus sufrimientos, participar de Sus dolores para, un día, también resucitar con Él. Santa Teresita es para nosotros, entonces, esa mujer que siguió a Jesús de forma total, sin reservas.
La cruz como único privilegio
Una jovencita que murió también muy joven por una enfermedad, pero que no se quejó, que comprendió que lo que estaba pasando era para la salvación de las almas, pero también para vivir, de forma concreta, el seguimiento de nuestro Señor Jesucristo. Ella no tenía donde reposar la cabeza, como también nos trae el Evangelio, pero quiso seguir como Jesús, libre y también decidida a dar a conocer el reino de Dios.
Sin salir del convento, alcanzó muchos corazones
La perseverancia: la respuesta de quien decidió
El testimonio de alguien que dio la vida a nuestro Señor de forma total, radical y libre. ¿Cómo has vivido tu vida ante el testimonio de esta gran Doctora de la Iglesia y patrona de las misiones? Que el Señor nos dé la gracia de la perseverancia y la gracia de no apegarnos a nada ni a nadie, para que seamos libres para evangelizar y libres para hacer la voluntad del Señor. Esto requiere de nosotros decisión.
Del entusiasmo pasajero a la decisión que permanece
El entusiasmo pasa, pero quien permanece es aquel que da su respuesta de forma decidida a nuestro Señor.
Que Santa Teresita del Niño Jesús nos ayude también, en la simplicidad, a entregar nuestra vida a nuestro Señor.
Que ella nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!