“Estaba entonces en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu maligno. Él gritó: ‘¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Viniste para destruirnos? Yo sé quién tú eres: tú eres el Santo de Dios’. Jesús le intimó: ‘¡Cállate y sal de él!'” (Marcos 1,21b-28).

Liberación Espiritual

Hermano, hermana mía, todos somos tentados a ver la prueba y el sufrimiento como una desgracia. Eso es como una falta de la gracia de Dios, falta de sus favores.

Pero no podemos, hermanos míos, comprender el sufrimiento, no podemos comprender ni siquiera una prueba, una tribulación, en el sentido negativo. De todo, Dios saca un bien. De todo mal, Dios saca un bien. Y aquí se muestra la autoridad de Jesús sobre todas las cosas. Cuando Jesús intimida al espíritu maligno, demoníaco, diciéndole “¡Cállate!”, muestra la superioridad de Jesús sobre todas las cosas. Es decir, sobre mi vida, sobre tu vida. No debemos temer, hermano mío, no podemos mirar aquello que nos sucede, ya sea una enfermedad que estés pasando, ya sea un problema financiero que estés viviendo, ya sea tu hijo que pueda estar viviendo una vida lejos de Dios, en tantas realidades que podríamos enumerar aquí, ¿y has perdido la esperanza?

¿Has perdido la confianza en Dios? ¿De que Él puede liberar, como liberó a este hombre que estaba poseído en aquella sinagoga? Jesús tiene autoridad para realizar todo eso. Solo que yo necesito tener ¿qué? La confianza.

La Palabra de Dios libera al hombre de toda esclavitud.

Por eso Jesús le dijo al demonio “¡Cállate!”. La Palabra de Dios tiene poder, la Palabra de Dios tiene esa eficacia de liberarnos de la esclavitud y de la servidumbre al demonio.

La cura que Jesús hace a este hombre le confiere una vida serena.

Por más que Jesús haya sido allí enfático, lo hace de forma serena, porque sabe que Dios está con él. La palabra de Dios encarnada libera al hombre de toda especie de mal. No sé qué mal ha entrado en tu vida, no sé qué mal ha entrado en tu corazón y del cual te has convertido en esclavo, pero quiero pedir ahora, en nombre de Jesús, que la palabra de Dios que está siendo proclamada ahora, te libere, sea física, espiritual, emocional o psicológicamente.

Que Dios te libere en el día de hoy por medio de la bendición del Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!