“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si así no fuera, yo os lo habría dicho; voy a prepararos un lugar. Y cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14,1-3).

Jesús quiere sanar el corazón

Hermanos míos y hermanas mías, Jesús quiere sanar el corazón de sus discípulos y también nuestro corazón, de un mal que produce un efecto devastador en la vida de una persona. Ese mal se llama: abandono.

Jesús comienza con una palabra de orden, un remedio fuerte: No se turbe vuestro corazón.

El término usado aquí es tarasso, que quiere decir agitar, conmoción interna, pérdida de la paz, perturbación mental, inquietud, impaciencia, miedo, angustia y ansiedad. Todo resumido en esa palabra: turbación.

¡Ved cuántos males puede causarnos la herida del abandono!

¿Por qué me refiero al abandono?

Precisamente por estas palabras tan fuertes usadas por Jesús: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si así no fuera, yo os lo habría dicho. Voy a prepararos un lugar. Y cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo, para que donde yo esté, vosotros también estéis”.

Es la sanación de Jesús para todos nosotros que sufrimos, en un momento u otro de nuestra historia, algún tipo de abandono.

No estás solo en lo que vives. Aunque parezca que Dios te ha abandonado en esta situación, no te desesperes. Jesús solo está preparando la casa de tu corazón para recibir la gracia que Él quiere darte. Son muchas las moradas de mi interior, de tu interior, que deben ser visitadas por Jesús hoy. No cierres las puertas.

Deja que la luz de Cristo ilumine todas esas situaciones para que sean sanadas y restauradas en la fuerza de Su amor.

Quizás la sanación para las heridas del abandono en tu historia sea, hoy, abandonarte con entera confianza en los brazos de Jesús y dejar que Él saque de tu corazón todo el miedo que te ha aprisionado durante muchos años.

¡No estás solo! Dios no te ha abandonado. Jesús está a tu lado.

Deja que tu corazón, hoy, repose en Jesús, y que Él sane tu corazón de todos los males que el abandono provocó.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!