La Eucaristía es para santificarnos, transformarnos y ponernos en comunión con Dios y no con el mal
“Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará” (Jn 13, 21).
En el contexto de aquella Cena final, en la cual estaba con Sus discípulos, Él anunciaba una de las cosas que más dolían en Su corazón. El corazón de Jesús estaba profundamente conmovido y entristecido, porque Él sabía quien caminaba con Él, sabía quien llegaría con Él hasta aquel momento final.
Hasta el momento final, Dios espera que salgamos de los espíritus confusos que nos separan de Él, que hacen de nosotros personas traidores. Cuando Jesús anunció que uno de los apóstoles lo traicionaría, no se refería aquel momento, pero es porque ya lo traía, ya servía más al dinero que a Dios.
La Palabra dice que, en aquel momento de la Cena, Satanás entró en el corazón de Judas, cuando él recibió un pedazo de pan. No es porque recibimos la Eucaristía, porque tomamos del Cuerpo y Sangre del Señor que el enemigo no actúa en nosotros. Estamos, muchas veces, celebrando la Eucaristía, participando de la mesa del Señor y permitimos que el espíritu entre nosotros, espire en nosotros, ponemos en nosotros los sentimientos de traición a Jesús.
Judas tenía un corazón dividido, por lo tanto, no dejemos que nuestro corazón se divida, no dejemos que la Eucaristía sea causa de condenación para nosotros, por el contrario, en cada Eucaristía celebrada busquemos la fidelidad a Jesús, no dejemos que espíritus perturbadores, que sirven nuestros deseos carnales, nuestras ambiciones humanas, muevan nuestras actitudes de discípulos de Jesús.
Traicionar Jesús no es tener tentaciones, dificultades, problemas o debilidades, y sin, poner la “mano en el pan” y servir al mal, a nuestros pensamientos malos, sentimientos malos y malas inclinaciones. La Eucaristía es para santificarnos, transformarnos y ponernos en comunión con Dios y no con el mal. Que la Eucaristía nos santifique y nos purifique a cada día.
¡Dios te bendiga!
