“Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado” (Mt 11, 25).

Entrando en el corazón de Jesús, que alaba y engrandece el Señor nuestro Padre, Señor nuestro Dios, solo puedo también querer alabar, bendecir, adorar y glorificar porque Dios nos da a conocer las cosas que antes no veíamos y estaban ocultas a nosotros.

¡Que belleza… No es por el nuestro conocimiento ni por la nuestra sabiduría! Dios no se da a conocer por quien cree que ya conoce y sabe todo. Dios se da a conocer a los pequeños.

Me quedo siempre mirando en el Evangelio la redundancia de la Palabra, porque bastaba decir “a los pequeños” Es a los más pequeños entre los pequeños que la gracia de Dios se revela. El alma pequeña es el alma sedienta por Dios, dependiente de Él, que se pone para se guiada por Él en todo lo que realiza.

El alma pequeña es el alma que esta unida, de una forma mística, con el corazón de Jesús

El alma pequeña no es aquella que es movida por la codicia, por el orgullo, por la soberbia y por la vanidad. El alma pequeña es aquella que se somete a la gracia, es aquella que se dobla delante de muchas cosas que tiene dentro de sí mismo.

El alma pequeña es aquella que se rompe, que se dobla para romper incluso a la voluntad propia. Que belleza, es en esta alma que Dios entra, que él entra, hace morada y hace conocer los designios de los Reinos de los Cielos. El alma pequeña es el alma que saborea el gusto en entrar a Dios. El alma pequeña es el alma que esta unida, de una forma mística, con el corazón de Jesús.

Por eso, hoy, Jesús esta engrandeciendo este Padre maravilloso que nos da a conocer Su R3eino. Que Él nos haga humildes y pequeños, para que podamos a cada día saborear Su Reino y Su presencia amorosa en nuestro medio.

¡Dios te bendiga!