“Algunos fariseos vieron esto y preguntaron a los discípulos: «¿Por qué vuestro Maestro come con los publicanos y pecadores?». Jesús los oyó y respondió: «No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: “Misericordia quiero, y no sacrificio”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9, 9-13).
Respondiendo al llamado
Aquí estamos ante el llamado de Mateo. Un poco antes, Jesús le dice a Mateo: «Ven y sígueme». Jesús llama a un recaudador de impuestos, considerado un pecador público. ¡Qué audacia la de Jesús! ¡Delante de aquellos que iban a criticarlo, juzgarlo e incluso a calumniarlo!
La misericordia divina y el perdón
Esto demuestra que el llamado de Dios no depende del pasado de la persona, sino del amor y de la misericordia de Dios para con cada uno de nosotros. Cada uno tiene una historia marcada por el pecado, y Dios se vale de todo eso para demostrar Su misericordia, Su amor y Su perdón. ¿Y cuál fue la respuesta de Mateo? Fue una respuesta inmediata, es decir, se levantó y siguió a Jesús.
Mateo lo deja todo y responde con prontitud. Un ejemplo de disponibilidad y conversión verdadera; es decir, Jesús no vino a llamar a justos, sino a pecadores.
Prontitud y conversión
Y cuando Dios nos llama, tenemos que dar esa misma respuesta inmediata de Mateo; es decir, la conversión demuestra nuestra disposición para amar a Dios y buscarlo de todo corazón. La gracia de Dios transforma nuestra vida cuando hay apertura de corazón.
¿Qué espera Dios de mí y de ti? Apertura de corazón, disponibilidad interior. Eso fue lo que Mateo vivió en aquel momento.
Consciente de su condición de pecador, no dudó cuando Jesús lo llamó; es decir, Jesús come con los pecadores para demostrarnos a cada uno de nosotros: ¡Él vino para salvarnos!
Una profesión de fe auténtica
Hermanos míos, hermanas mías, necesitamos hacer una profesión de fe auténtica y decir: somos pecadores. Y porque somos pecadores, Dios se manifiesta en bondad y misericordia.
Que Dios te alcance en este momento en que escuchas esta homilía, para que te sientas como Mateo: acogido, amado y llamado por Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!