“En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias” (Mateo 10, 1-7).

El llamado de Jesús y nuestra misión

Mis hermanos y mis hermanas, aquí, en este Evangelio, se nos presenta el momento en que Jesús llama a los doce apóstoles y los envía en misión. Es un texto fundamental para reflexionar sobre la vocación, la misión y la identidad de la Iglesia.

La iniciativa Divina

Estos son los puntos importantes: Jesús llama a los doce, y tú necesitas incluirte. Necesitas verte como aquel que está siendo enviado por el Señor. El llamado parte de la iniciativa de Jesús, no de la elección de los hombres.

Por eso, hermanos míos, toda llamada de Dios parte de Dios, es decir, es Él quien nos llama. A nosotros nos corresponde responder. Él da autoridad sobre los espíritus impuros y sobre las enfermedades.

Todos nosotros, los bautizados, llamados por Dios, tenemos autoridad en el nombre de Jesús para expulsar a los demonios y proclamar las sanaciones, ya sean físicas o espirituales. No es solo un envío, hermanos míos, sino una capacitación que Dios nos da por el poder espiritual que nuestro bautismo nos concede. Esto muestra que el ministerio no es meramente humano, sino una participación en la misión divina, es decir, partimos en misión, pero partimos bajo la gracia de Dios.

La sencillez de los llamados

Y es Él quien obrará en nosotros si somos dóciles y nos dejamos ser instrumentos en Sus manos. Hermanos míos, son personas sencillas las que son llamadas.

Los apóstoles son personas sencillas, es decir, de orígenes diversos, como tú, como yo, con sus fragilidades.

¿Acaso no tienes fragilidades? ¿Acaso no tengo yo fragilidades? Las tenemos. Pero, incluso, vemos entre estos doce a Judas Iscariote.

Fue llamado. Jesús conocía su fragilidad, conocía su pecado, pero lo envía en misión.

Quiero destacar lo siguiente: Dios confía en cada uno de nosotros como instrumentos para seguir su obra. Hermano mío, hermana mía, no tengas miedo de imponer las manos, de hablar del Evangelio y de proclamar el reino de Dios, porque tenemos, por nuestro bautismo, la autoridad, en el nombre de Jesús, para llevar la sanación y la salvación.

Coraje y perseverancia

Que Dios te dé coraje y que el Espíritu Santo te fortalezca para que no te desanimes, sino que perseveres.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!