La purificación del templo
“Estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. En el templo encontró a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados allí. Entonces, haciendo un látigo de cuerdas, expulsó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes. Desparramó las monedas y volcó las mesas de los cambistas, y dijo: ‘Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio’.” (Juan 2,13-22)
El cuidado por tu casa
¡Hoy es domingo, día del Señor! Fiesta en nuestra Iglesia, fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán, una basílica Papal que está en Roma, y nosotros la celebramos en toda la Iglesia con este Evangelio de hoy.
En la fiesta de la dedicación de la Basílica, tenemos un Evangelio que expone una actitud enérgica de Jesús contra aquellos que quieren comerciar dentro de la casa del Señor.
Sabemos que el Templo, en tiempos de Jesús, estaba dividido entre la parte sagrada, hieros; y la parte profana, llamada en griego atrios.
Existía una autorización romana, incluso, para ejecutar la condena a muerte por parte de la autoridad templaria judía en casos de violación de la prohibición de la presencia de paganos en área restringida dentro del templo.
El respeto por el sagrado
Existía la llamada policía de protección del área sagrada, así podemos decir. Pero no pensemos que Jesús estaba alistado en ese batallón, no era eso. Se reconocía, por lo tanto, la competencia jurídica para emitir una sentencia inmediata y automática contra aquellos que hubieran atravesado aquel muro fronterizo entre lo sagrado y lo profano.
Un acto que nos parece desproporcionado, pero que, en realidad, respondía a una sensibilidad muy fuerte, en aquella época, con relación, por ejemplo, al tema de la pureza ritual. Nadie se acercaba a la presencia de Dios estando impuro. Por eso esa división.
No sé cuánto trabajo tendría esa policía del templo si actuara, hoy, en nuestros tiempos, en nuestras iglesias, capillas. Pero la actitud de Jesús era de reprensión por no saber distinguir los espacios.
El lugar correcto para la adoración
¿El templo necesitaba vendedores de bueyes? ¡Claro que sí! ¿Cómo iba el pueblo a hacer el sacrificio de los animales?
¿El templo necesitaba cambistas? ¡Es obvio que sí! ¿Por qué quién iba a cambiar las monedas que llegaban de varios lugares con la moneda que se usaba en el templo? Eran necesarios.
El problema fue que estaban en el lugar equivocado. Esa fue la cuestión de Jesús. Por eso el mensaje es muy fuerte: no podemos banalizar la casa de Dios.
Cuidado y reverencia
Vestimenta adecuada, apagar el celular, guardar silencio, guardar el ayuno eucarístico, llegar a tiempo, colaborar con el mantenimiento de las iglesias. Todas estas son actitudes que denotan nuestro cuidado por la casa de Dios y los lugares sagrados.
Jesús fue muy claro. Espero que hoy no necesite hacer su látigo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!


