“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Escuchen ahora la parábola del sembrador: Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino. La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría. La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto. La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende” (Mt 13, 18-20.22-23).
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Mis hermanos y mis hermanas, en este Evangelio de hoy, Jesús esta, en la verdad, explicando para todos nosotros la parábola del sembrador. Y Él presenta todas las formas de terreno y todas las reacciones a la recepción de la Palabra de Dios.
En primer lugar, sobre aquel terreno, aquella semilla que cayó a la orilla del camino. Él dijo que el maligno roba la Palabra. Necesitamos estar atentos a eso, porque el maligno es maestro en robar, tanto que el Evangelio de San Juan lo define así: “El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir” (Jn 10, 10). Robar es una de las atribuciones del maligno, del enemigo de Dios.
Entonces, mucha atención, cuando nosotros hacemos una experiencia de oración, cuando nosotros escuchamos una predica o participamos de un encuentro, aquella palabra que fue sembrada, el maligno va hacer de todo para robar de nuestro corazón.
Al acoger la Palabra de Dios, vamos vivirla en profundidad y aplicarla en nuestra vida
Después, el segundo terreno es aquel que no tiene raíces en sí mismo: el terreno pedregoso. La falta de consistencia, la falta de perseverancia, la forma de vivir la Palabra de Dios en la superficialidad nos habla de este terreno.
Cuando nosotros acogemos la Palabra de Dios, vamos vivirla en profundidad, vamos vivirla con seriedad y aplicarla en nuestra vida, para que esta Palabra pueda dar frutos.
El tercer terreno habla de aquel terreno de espinas, y entonces la Palabra de Dios es sofocada por las preocupaciones. El Reino de Dios en primer lugar, Dios en primer ugar en nuestra vida. Cristo debe ocupar el primer lugar en nuestra vida para que todas las cosas ocupen su debido lugar.
Por fin, el terreno bueno produce muchos frutos. Son aquellos que escuchan la Palabra y la comprenden. Aquí, no es un comprensión intelectual de la Palabra de Dios. Podemos incluso dejarnos dedicar a estudiarla, hacer un curso bíblico, informándonos, estudiar las traducciones, las exégesis bíblica, todo eso es muy admirable. Pero ese “comprender la Palabra” es asimilar en la propia vida, es dejar que ella toque las realidades de nuestra vida.
Comprender es experiencial, es experimentar el Cristo y el poder transformador de Tu Palabra. ¡Que Él siembre Su Palabra en nuestros corazones y encuentre la acogimiento de nuestra parte!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!