“No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz” (Lucas 8,16) .
Mis hermanos, Nuestro Señor, más una vez, enseña por medio de sus parábolas; y aquí Él habla sobre algo sencillo, no lo es, la vela, candeeiro, la lamparilla. Ella no es puesta debajo de la cama, no se pone una vasija en la lámpara, en la luz, porque sino ella pierde su función.
Jesús esta diciendo aquí de Él mismo: él es la luz del mundo y no debe ser dejado de lado, no debe ser cubierto, no debe ser oculto, Él es la luz que ilumina el mundo. Él es la luz que llego a mi corazón y a tu corazón, ¿es o no es verdad? Antes estábamos en las tinieblas, por causa del pecado, pero Él es la luz, nos ilumino; Él es la luz, nos retiro, entonces, de las tinieblas, Él es la luz, nos ha dado la vida.
Y, mis hermanos, nosotros somos llamados a acoger Él, Jesús – la luz -, y somos llamados también a ser luz, tu era llamado a ser luz del Señor. No podemos ocultar la luz que recibimos, Jesús que nosotros recibimos, por verguenza. No, no podemos ocultar JEsús, pero debemos presentar Jesús para este mundo.
No ocultes la luz, no ocultes el Señor, no tenga miedo de testimoniar tu fe
Cuanto en nuestros hogares, cuantos conocidos que están aún en las tinieblas, que necesitan conocer Jesús, que necesitan conocer la salvación, y tu eres llamado a llevar la luz a llevar el Señor.
Nuestro Señor nos ilumina y somos llamados también a iluminar, el Señor es luz y somos llamados también a llevar su luz a iluminar, a ser santos, a ser santa, donde sea que podamos estar. No oculta la luz, no ocultes el Señor, no tenga miedo de testimoniar su fe, de testimoniar que Jesús es tu salvador.
Hagamos eso, mis hermanos, con nuestras palabras y con nuestra vida. Vamos llevar la luz, vamos llevar la salvación, vamos llevar la esperanza a los nuestros. Así como Jesús entró en nuestra vida, vamos llevar también Jesús a la vida de aquellos que más necesitan de la gran luz, que es Él mismo Jesús.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!