“Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas” (Jn 12, 45-46).
Mis hermanos y hermanas, “Jesús exclama en alta voz”; una otra traducción habla que “Jesús grito en alta voz”. Lo que Jesús grita, lo que Él exclama, seguramente, es porque Él quería que esta verdad quedase marcada, quedase gravada dentro de nosotros: “Quien creen mi, cree en el Padre. Quien me ve, ve el Padre. Yo soy la luz, nadie debe quedar en las tinieblas”.
Esta es la verdad que Jesús quiere imprimir en tu corazón y en el mío, esta comunión de amor. Porque la vida de Jesús es, justamente, para revelar el Padre, el rostro del Padre. Jesús se manifestó justamente para hacer conocido el rostro del Padre, para darnos esta posibilidad de ver el Padre del Cielo en Su totalidad, en la plenitud de Su ser. Y Jesús revela el Padre, revela quien Él es, lo que Él hace y su rostro, Su rasgo.
Ahora, Jesús termina esta afirmación que Él hace en alta voz, diciendo: “Esta es la luz del mundo”, es decir, esta es la verdad sobre el Padre, el conocimiento del Padre, de quien Él es, de sus obras. Esta es la luz del mundo, es eso que ilumina las tinieblas de nuestro corazón. Y esta luz expulsa todas las tinieblas, todos los tipos de la tinieblas, y la mayor tiniebla que puede existir es no vernos como hijos. Esta es la peor tiniebla que puede existir en mi vida y en tu vida: no nos vemos realmente como hijos de Dios, como somos.
Jesús se manifesto, justamente, para darnos esta posibilidad de ver el Padre del Cielo en su totalidad
Entonces, la posibilidad que Jesús nos da con Su encarnación, con Su vida es de, mirarnos para el Hijo, vernos el Padre; y al ver el padre, al contemplar el rostro del Padre, vernos como Hijos.
Mira, es un movimiento de consecuencia, es un movimiento de revelación. La posibilidad que Jesús esta nos dando es de estarnos cerca del corazón de Él, es de conocernos su verdad, su esencia, porque, al conocer a Él, conocemos el Padre. Y al conocer el Padre, nosotros realmente sabemos quien somos.
Por eso, retorno al comienzo. Jesús exclamo en alta voz, para que yo y tu podamos escuchar, de hecho, la fuerza de esta verdad: “Quien cree en mi, es en el Padre que cree. Quien me ve, ve el Padre. He venido para manifestar esta luz”. Esta luz que expulsa de nuestro corazón a las tinieblas del error, las tinieblas del miedo y del engaño. ¡Jesús es la revelación plena del Padre!
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!