12 Sep 2018

La pobreza de espíritu trae felicidad a nuestra alma

La pobreza es un adjetivo cualitativo que ennoblece el alma humana, que es desapegada y simple

“Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!” (Lucas 6,20)

La mirada de Jesús se dirigió a sus discípulos, pues sabía que quienes lo seguían tenían un corazón desprendido, porque quien no es desprendido no logra seguirlo.

Queremos ser discípulos de Jesús, queremos seguirlo, porque Él es la felicidad. La vida bienaventurada que nos concede es Él.

Cuando lo seguimos a Jesús y permitimos que Él sea el Maestro de nuestra vida, siempre nos muestra el camino de la felicidad. Hay, sin embargo, un engaño y una ilusión al creer que la felicidad está en poseer, está en los bienes materiales, en “tener cosas”. ¡De ninguna forma! Basta con ver que las personas que tienen mucho sufren para mantener esos bienes. No es el sufrimiento que se da en la vida, sino es la agonía anterior para mantener esos bienes, es la agonía de la codicia que se apodera del corazón.

Podemos tener todo en la vida sin dejar de ser pobres. La “pobreza” es un adjetivo cualitativo que ennoblece el alma humana, que es desapegada y simple, es aquella persona que mantiene el corazón humilde incluso teniendo títulos, grandezas y reconocimiento.

La Madre Teresa de Calcuta ganó el premio Nobel de la Paz, viajó por todo el mundo, diversas autoridades besaron sus manos, y ella decía: “No perdí siquiera un milímetro del sentimiento de mi alma o de mi corazón por causa de las vanidades humanas”.  

Nos engrandecemos por cualquier cosa, dejamos que nuestra alma se eleve por cualquier sentimiento de grandeza. La pobreza de espíritu es la que trae felicidad al alma, la felicidad de quien sabe contentarse con poco, que no se enorgullece ni se compara con los que tiene, con los que pueden más, con los más bonitos. La felicidad está en ser humildes, la felicidad está en nuestra vida cuando buscamos abrir la puerta del corazón, para que los sentimientos evangélicos estén en nuestra alma.

Es muy importante decir que la felicidad no golpea nuestra puerta solamente cuando ganamos la lotería o cuando nos volvemos ricos. La felicidad golpea nuestra puerta cuando nos encontramos con Cristo y lo dejamos ser la gran riqueza de nuestra vida. ¡Él es la felicidad que tanto ansía nuestro corazón!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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