“En aquel tiempo, Jesús añadió una parábola porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a llegar pronto. Dijo: “Un hombre noble partió para un país lejano, a fin de ser coronado rey y después volver. Llamó, entonces, a diez de sus empleados, entregó cien monedas de plata a cada uno y dijo: ‘Negociad hasta que yo vuelva’. Sus conciudadanos, sin embargo, lo odiaban y enviaron una embajada tras él diciendo: ‘Nosotros no queremos que este hombre reine sobre nosotros’. Pero el hombre fue coronado rey y volvió” (Lucas 19,11-28).
El rechazo del rey
“Nosotros no queremos que este hombre reine sobre nosotros.” Esa fue la afirmación hecha por los conciudadanos de un hombre noble que partió para un país lejano para ser coronado rey y, después, volver para gobernar a su pueblo. Leer este pasaje, en estos días que anteceden la fiesta de Cristo Rey, tiene todo el sentido.
El texto habla del propio Cristo que encontró una enorme resistencia por parte de sus propios conciudadanos, especialmente aquellos en la esfera religiosa, lo que es aún peor. Él sufrió un rechazo explícito, el cual, incluso, lo llevó a la muerte, y muerte de cruz.
Hay un cardenal italiano, a quien aprecio mucho, llamado Gianfranco Ravasi. Él adoptó un término para hablar de esta misma reacción en relación al reinado de Cristo en los tiempos de hoy. Usó la expresión “apateísmo”, una fusión de apatía y ateísmo, dos cosas terribles.
Apatía es la total indiferencia en relación a Cristo y sus misterios.
Apateísmo: apatía y ateísmo
¿Cuántos no se encuentran en este estado apático en relación a la fe cristiana, sea católica o incluso protestante? Sé que existen muchos hermanos de otras denominaciones cristianas que nos acompañan aquí en el canal de nuestra homilía. El llamado de atención sirve para todos nosotros, católicos y también protestantes. ¡Cuánta indiferencia a las leyes de Dios, a los mandamientos, cuánto incumplimiento de una conducta correcta y santa! Ese es el estado apático.
Quizás conozcas o vivas, en muchos momentos, esa apatía – junto a ella está el ateísmo.
Vivimos en un país que todavía goza de libertad religiosa, pero existe la tristeza de ver un creciente ateísmo que, muchas veces, nos asusta.
La misión de la fe
Recientemente, tuve la oportunidad de visitar el Santuario Nacional de San José de Anchieta, en Espírito Santo. Allí, fui muy bien acogido por el Padre Álvaro, que es jesuita, rector de este santuario. Y qué riqueza cuando el padre nos explicaba sobre este santo, San José de Anchieta, que fue canonizado por el Papa Francisco. Un joven que vino de España a Brasil y consagró toda su vida a la misión de anunciar a Jesucristo.
La fe cristiana es el mayor patrimonio que tenemos. Todos los ciudadanos de nuestra nación son libres ante la ley para profesar o no su fe. Pero, para nosotros los cristianos, resuena aquel deseo ardiente y profundo: “Señor, reina sobre nosotros. Nosotros somos tu pueblo, y sin ti no podemos nada”.
Contrario a aquellos que lo rechazaron, nosotros sí queremos decir en voz alta: “Jesús reina sobre nosotros”.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!


