“Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has dado, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos. Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti” (Juan 17,9-11a).

La verdad divina

Hermanos y hermanas, hoy celebramos la memoria de los mártires San Carlos Lwanga y sus compañeros. Y Jesús, en el Evangelio de hoy, en Su oración, intercede por nosotros, intercede por los discípulos, pidiendo al Padre que los consagre en la verdad. Entonces, vemos en estas palabras de Jesús que la verdad divina es el fundamento de la santidad. El fundamento de la santidad no es lo que haces, sino la verdad divina y lo que hacemos para corresponder a esa verdad sobre nosotros mismos.

Por eso, hermanos y hermanas, en la vida de San Carlos Lwanga y sus compañeros, vemos que la consagración de vida es una preparación para la misión y también para una vida de profunda unión y comunión con Dios, que tuvo su culmen en el martirio, en la entrega de la vida, en el testimonio de fe.

El martirio de estos santos nos recuerda que, en la fidelidad a la verdad, podemos alcanzar la verdadera libertad y la gloria en Dios.

Libertad para servir, libertad para amar y para ofrecer la vida a Dios sin miedo a ninguna situación, sin temor a las circunstancias también. Mantendremos siempre la fe en la verdad, mantendremos siempre la fe en Dios, que nos vocacionó, que nos llamó.

En las persecuciones visibles, mantendremos la fidelidad, pero mantendremos la fidelidad también en las persecuciones veladas.

En nuestra sociedad actual, muchas veces vivimos persecuciones veladas, persecuciones sutiles, pero aun en esas situaciones debemos mantenernos fieles a nuestra vocación, a la santidad. Debemos mantenernos fieles a Dios.

Somos llamados a una postura de amor y entrega por la verdad divina, que es siempre permanente. Jesús, hermanos y hermanas, es la vida de los mártires.

Recordemos, en este día, que no tiene sentido vivir lejos de Él. Dios es nuestra fuerza, y la oración es el lugar propicio para que tengamos un encuentro cotidiano con Él.

Que, en este día, por la oración, nos encontremos con el Señor, que es el fundamento de nuestra santidad, que es el fundamento de la verdad, de nuestra vocación y misión.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!