07 Jan 2021

Tomemos posesión de la gracia que viene sobre nosotros

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. (Lc 4, 18-19).

Jesús, entrando en la sinagoga, abre el Libro del profeta Isaías y toma posesión de esta Palabra. La Palabra de muchos años tras, proclamada sobre Isaías, se convierte, ahora, el lema de la vida de Jesús. Es Jesús quien toma posesión de la Palabra, y esta diciendo que el Espíritu del Señor esta sobre Jesús, porque Él fue consagrado con la unción para anunciar a los pobres la liberación y la salvación.

Contemplamos, hoy, la unción de Jesús, el enviado de Dios, aquel que vino para ser el Salvador, pues es sobre Él que viene la unción de la gracia, es sobre Él que viene el Espíritu del Señor. Y Jesús actúa movido y guiado por el Espíritu, y toma posesión del Espíritu en tu vida, de forma que el Paráclito guía Jesús, actúa en Él, por Él y por medio de Él para que la gracia de Dios este actuando.

Mira la consecuencia de aquello que es el ministerio de Jesús. Vemos que la Palabra de Dios llega a los corazones, y la Palabra anunciada y proclamada con la unción de Dios produce Sus frutos. La Palabra anunciada con la unción de Dios produce los furtos de sanación, de liberación y de restauración.

No basta proclamar el Reino de Dios, es necesario proclamarlo con la unción de Dios, con Su gracia y dirección

La Palabra anunciada liberta nuestro corazón del poder del mal. No basta anunciar la Palabra, es necesario anunciarla con la unción; no basta proclamar el Reino de Dios, es necesario proclamarlo con la unción de Dios, con su gracia y dirección. Es necesario ser movido, guiado y conducir por el Espíritu como Jesús se dejo ser guiado por Él.

No niegues la unción ni la gracia, por el contrario, tome posesión de la gracia y de la unción de Dios que viene sobre nosotros. Es aquella unción que recibimos del pecho abierto en el día de nuestro bautismo. Allí no fue un ritual mágico, fue un ritual de la gracia. ¡Y como hago cuestión de hacer ese rito cada vez con más intensidad! En el pecho de cada niño que se abre, pongo el aceite de la unción.

Tu eres ungido de Dios, toma posesión de la unción, de la gracia y del espíritu que esta sobre ti. Proclamemos, anunciemos y llevemos el Reino de Dios a los corazones.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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