06 Nov 2019

Solamente Dios puede ocupar el primer lugar en nuestro corazón

“Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo” (Lucas 14,26). 

Jesús está hablando a nuestro corazón de discípulos y seguidores suyo. Ser discípulo de Jesús no es muy fácil, porque nuestra mentalidad mundana nos impide, muchas veces, seguirlo de todo corazón.

Hay tres verbos esenciales para el seguimiento de Jesús, y todos son muy duros, pero son necesarios para moldear, cuidar, cultivar y formar un verdadero corazón de seguidor de Jesucristo.

El primero de ellos es el verbo “desapegar”. Quien quiera seguir a Jesús tiene que ser una persona desapegada. Quien vive muy apegado a su familia no logra seguirlo a Jesús, porque todo el tiempo está con la cabeza, el corazón, la mente y el sueño aprisionado en aquella situación.

Ser desapegado no quiere decir largar, soltar, no quiere decir hacerle poco caso; ser desapegado quiere decir amar con profundidad y no de forma enfermiza, porque todo apego excesivo es una forma enferma de vivir. Por eso, aquel que es desapegado, confía; es quien se entrega a Dios; es aquel que entrega y vive por los suyos, dejando que Dios le enseñe a cuidar y no se apodera de todas las cosas. Esta aquella persona de la familia que quiere resolver todo, hacerse cargo de todo, incluso, no permite que la familia madure, en Dios, por el exceso de apego que tiene.

Aquel bien que poseemos y cuidamos es importante para nosotros, pero no puede ocupar el primer lugar en nuestro corazón

El otro verbo es “renunciar”: “Si no renuncias a todo lo que tienes, no puedes ser mi discípulo”. Para ser un discípulo no se puede ser apegado a los otros, a los bienes y a las circunstancias materiales. Todo lo que tenemos es para promover el bien, hacer el bien y vivir bien.

Renunciar quiere decir colocar cada cosa en su lugar. O sea, aquel bien que poseemos y cuidamos es importante para nosotros, pero no puede ocupar el primer lugar en nuestro corazón.

El tercer verbo tan importante para seguir a Jesús es “cargar” su cruz, esto es, no solo tener una cruz en el pecho y sí como marca de la vida. Cargar la cruz es cargar la propia vida con las circunstancias que tiene; con todas las cosas buenas y con las dificultades; con los problemas, desafíos; con las necesidades y superaciones que tenemos; con los dolores, las enfermedades y contrariedades. Es saber que seguir a Jesús no es dejar de tener todo eso, sino asumir todas esas cosas con el corazón de un discípulo de Jesús.

Que el buen Maestro nos enseñe a ser desapegados, a vivir la renuncia para seguirlo de todo corazón.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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