La fe nos pone en la condición de combate ante todas las dificultades que enfrentamos en la vida

“«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí” (Jn 14,1).

Experimentamos muchas tribulaciones en nuestro corazón. Las tribulaciones que experimentamos, perturban nuestro corazón, dejan nuestro corazón inquieto, roban la paz, la tranquilidad, la serenidad de nuestra alma y de nuestra vida.

Andamos quietos y muy tensos porque los problemas que están delante de nosotros roban nuestra paz interior, por eso, Jesús esta diciendo: “No te moleste”. Solo hay una forma de no molestarnos es cuando miramos más para nuestra fe y la ponemos como la luz que guía nuestra vida, nuestro corazón y que ilumina todo lo que vivimos.

La fe no resuelve todos nuestros problemas, además ella hace más que eso. La fe cuida de nosotros para que tengamos madurez, tranquilidad y serenidad para lidiar con las situaciones adversas de la vida. La fe no quita los problemas de nuestra vida, por el contrario, la fe nos madura y nos ilumina; ella nos pone en la condición de combate ante todas las dificultades que enfrentamos en la vida.

No tendremos fuerza en el combate si vamos combatir la vida perturbados e inquietos. El remedio para las situaciones adversas de la vida es la serenidad del alma. La serenidad del alma viene de la fe que es confianza, esperanza y que se rinde a los cuidados del Señor. La fe es cuando quitamos la mirada de nuestros problemas, de nuestras dificultades y mantenemos nuestra mirada en Jesús. No es que nos volvemos indiferente o simplemente no asumimos nuestras responsabilidades. Nos volvemos enteros en lo que hacemos, enfrentamos nuestra vida con todo aquello que necesitamos enfrentar, pero, iluminados, guiados por nuestra fe que tenemos en Jesús; la fe que es el camino, la verdad y la vida que necesitamos seguir y dejarnos iluminar.

¡Dios te bendiga!