San Ignacio de Antioquía y el llamado a la fe sin hipocresía
Hoy celebramos a San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Y el Evangelio de hoy, que también nos trae un poco de la vida de San Ignacio, nos ayudará a comprender cómo debemos vivir nuestra fe cristiana.
El Evangelio de San Lucas 12,1-7 nos dice lo siguiente: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No teman a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer”.
Fe auténtica: vivir sin miedo y sin máscaras
El trasfondo de esta homilía es la fe sin miedo y la vida sin máscara, es decir, vivir la autenticidad del Evangelio. Jesús nos invita a la verdad y al coraje. Comienza con una advertencia: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”, es la fe vivida como una fachada, cuando el exterior muestra piedad, pero el interior está lejos de Dios.
Jesús no está juzgando ni condenando a quienes viven así, sino que, lleno de misericordia, lleno de ternura y bondad, quiere que vivamos la autenticidad.
El Señor nunca fue impositivo con las personas al anunciar el Evangelio, sino que quiso alcanzar nuestro corazón para que encontráramos la verdadera fe que nos lleva al encuentro personal con Dios.
El testimonio de San Ignacio de Antioquía para los cristianos
Jesús nos invita a la transparencia al decir: “Nada hay escondido que no llegue a ser revelado”. La verdad un día brillará. Y así es como necesitamos comprender la vida en Dios, una vida de intimidad.
Mira el ejemplo de San Ignacio de Antioquía, quien, a finales del siglo primero, vivió exactamente estas palabras de Jesús. Apresado a causa de la fe, fue llevado de su ciudad a Roma, donde sería arrojado a las fieras. En el camino, escribió cartas llenas de esperanza y coraje a las comunidades cristianas.
Coraje y esperanza en el seguimiento de Cristo
En lugar de esconderse o negociar la verdad, abrazó el martirio como un don. En una de sus cartas, escribió: “Soy trigo de Dios, y seré molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan puro de Cristo”. Ignacio no tuvo miedo. Sabía que la muerte física no era el fin, sino el comienzo de la plena comunión con el Señor.
Pidamos esa valentía a San Ignacio de Antioquía para no negociar la verdad, sino para vivir la voluntad de Dios.
Que el Señor nos bendiga por intercesión de San Ignacio en nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
San Ignacio de Antioquía y el llamado a la fe sin hipocresía
Hoy celebramos a San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Y el Evangelio de hoy, que también nos trae un poco de la vida de San Ignacio, nos ayudará a comprender cómo debemos vivir nuestra fe cristiana.
El Evangelio de San Lucas 12,1-7 nos dice lo siguiente: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No teman a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer”.
Fe auténtica: vivir sin miedo y sin máscaras
El trasfondo de esta homilía es la fe sin miedo y la vida sin máscara, es decir, vivir la autenticidad del Evangelio. Jesús nos invita a la verdad y al coraje. Comienza con una advertencia: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”, es la fe vivida como una fachada, cuando el exterior muestra piedad, pero el interior está lejos de Dios.
Jesús no está juzgando ni condenando a quienes viven así, sino que, lleno de misericordia, lleno de ternura y bondad, quiere que vivamos la autenticidad.
El Señor nunca fue impositivo con las personas al anunciar el Evangelio, sino que quiso alcanzar nuestro corazón para que encontráramos la verdadera fe que nos lleva al encuentro personal con Dios.
El testimonio de San Ignacio de Antioquía para los cristianos
Jesús nos invita a la transparencia al decir: “Nada hay escondido que no llegue a ser revelado”. La verdad un día brillará. Y así es como necesitamos comprender la vida en Dios, una vida de intimidad.
Mira el ejemplo de San Ignacio de Antioquía, quien, a finales del siglo primero, vivió exactamente estas palabras de Jesús. Apresado a causa de la fe, fue llevado de su ciudad a Roma, donde sería arrojado a las fieras. En el camino, escribió cartas llenas de esperanza y coraje a las comunidades cristianas.
Coraje y esperanza en el seguimiento de Cristo
En lugar de esconderse o negociar la verdad, abrazó el martirio como un don. En una de sus cartas, escribió: “Soy trigo de Dios, y seré molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan puro de Cristo”. Ignacio no tuvo miedo. Sabía que la muerte física no era el fin, sino el comienzo de la plena comunión con el Señor.
Pidamos esa valentía a San Ignacio de Antioquía para no negociar la verdad, sino para vivir la voluntad de Dios.
Que el Señor nos bendiga por intercesión de San Ignacio en nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!