“Les aseguro que: habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lucas 15,7).
Mis hermanos, la liturgia de este domingo, es especial el Evangelio, va tratar de aquellos que necesitan de la misericordia de Dios y que son logrados por la misericordia de Dios. Yo y tu podemos decir: “Yo necesito de la misericordia de Dios, nosotros necesitamos de la misericordia de Dios”.
Jesús, aquí, fue criticado por algunos fariseos, Maestros de la ley, porque Él caminaba con los pecadores, comía con los cobradores de impuestos, Él fue criticado por cuenta de eso. ¿Y Jesús estaba con los pecadores para convertirse un pecador? No. Jesús estaba con el pecador para que el pecador se convierta santo. Jesús no quería contaminarse con el mal, pero el bien que había en él, Él quería contagiar aquel que estaba en el mal para que Él pudiese ser una buena persona, persona de bien.
Y entonces Jesús conto algunas parábolas, conto la parabola de la moneda perdida, contó esta breve parábola de las cien ovejas, que una se pierde y que este pastor va al encuentro de esta oveja que se perdió; y, lleno de alegría, cuando la encuentra, hace fiesta, como la mujer que también hizo fiesta al encontrar aquella moneda, aquel drama perdida.
Después, esta parábola conocida de nosotros, del padre de las misericordias, del padre misericordioso o el hijo prodigo, donde también el padre se alegra porque él tuvo su hijo de vuelta, él hizo una gran fiesta porque el hijo volvio para la casa.
No sé donde tu estas hoy, yo hablo, espiritualmente, si tu estás en Dios o si tu no estas en Dios, pero quiero hablar para ti que el padre esta esperando por ti; y él se alegra con tu retorno, él hace fiesta.
Muchos se dicen justos, muchos se dicen santos, todo bien, pero el Señor se alegra aún más porque se vuelve para Él, porque tu recibes el amor de É. Y, delante de muchos detalles que ese Evangelio nos presenta, quiero destacar aquí, que el Padre se alegra por un solo pecador que se convierte, Él se alegra porque tu vuelves para Él.
El Padre esta esperando por ti y Él se alegra con tu retorno, Él hace fiesta
El padre se alegra como él fue corriendo al encuentro de aquel hijo, de aquel primero, de aquel segundo hijo. El hijo más nuevo que salió de casa nos representa, ¿sí? El hijo más viejo es representado por Israel, el pueblo de la promesa, pero que, desgraciadamente, se ha revuelto con el padre, ¿no lo es? Nosotros somos el segundo hijo, los pecadores, la oveja perdida, pero Nuestro Señor se alegro con aquel que ha vuelto para Él, ha corrido a su encuentro, abrazo, el ha cubierto de besos, ha dado un anillo para él, ha dado sandalias, ha dado una vestiduras, ha dado un banquete.
¿Estas viendo lo que te espera? El Señor quiere dar la alianza, la nueva alianza a ti, el Señor quiere darte una vestidura nueva, el Señor quiere darte un banquete, quiere darte el cielo. Por eso, te convierta, te vuelva para Él, por eso, nos convirtamos, sigamos a Él; y vamos pedir la gracia a Nuestro Señor, para que nosotros también seamos misericordiosos.
Hay muchas ovejas perdidas por ahí, ¿no lo es? Que tu seas canal de la gracia de Dios, que tu seas un padre misericordioso, que no acuses. El padre podría haber acusado aquel hijo, no quiero saber de ti, el padre ha acogido aquel hijo, no lo ha tratados como empleado.
Mis hermanos, no tratemos nuestros hermanos por el pecado que ellos tiene, pero los tratemos como hijos de Dios, los acojamos, por supuesto, que ellos se arrepientan, que ellos dejen de pecar pero lo acojamos en nuestro corazón. Y presentemos ellos al Padre, seamos canal de la misericordia para los nuestros, seamos expresiones; seamos el rostro del Padre de las misericordias para los nuestros.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!