“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José. Él era descendiente de David y el nombre de la virgen era María. El ángel entró donde ella estaba y le dijo: «¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!»” (Lucas 1, 26-38).
El hermoso santuario
Hermanos y hermanas, hoy celebramos, con toda la Iglesia, la memoria de la Bienaventurada Virgen María Reina. ¡Con este título, es fiesta para la comunidad religiosa de Schoenstatt en todo el mundo! Aquí en Brasil, tenemos la presencia de la comunidad de Schoenstatt en varios lugares de nuestro país. Tenemos, por ejemplo, el Hermoso Santuario en Atibaia, en el interior del estado de São Paulo; y también, en Canção Nova, tenemos el permiso de tener la Ermita de la Madre y Reina, lugar donde ustedes, normalmente, ven la oración del Santo Rosario por la televisión Canção Nova.
“Hermoso Santuario” es exactamente el significado del nombre Schoenstatt, que, en alemán, significa “lugar hermoso o región hermosa”. El nombre se refiere a un barrio de la ciudad de Vallendar, en Alemania, donde se encuentra, inclusive, el santuario original. De allí nació lo que el movimiento llama la alianza de amor con María Reina, vencedora, tres veces admirable.
La Reina que Dios escogió
El texto que leemos hoy, en el Evangelio, es el texto de la anunciación del arcángel Gabriel. Lo interesante es que la Reina que Dios escogió no es encontrada en ningún palacio ni en ninguna corte, sino en la pobreza de Nazaret, en la simplicidad de la casa de María.
Dios quiso poner su trono en el corazón de la Virgen María. Ella fue la elegida, en las palabras del arcángel, y vemos el designio de Dios que escoge a su Reina en la simplicidad de la vida en Nazaret.
La descendencia divina ignora las dinastías de esta tierra.
Los designios de Dios van más allá de las realidades de este mundo. Si Él escogió a María como Reina, es para mostrarnos Su grandeza, que elige a los pequeños para confundir a los grandes. Por eso, elevemos, hoy, una súplica a la Virgen María Reina, para que nos enseñe también a ser discípulos de Jesús en la humildad, en la simplicidad, sabiendo que lo que cuenta en el Reino de los Cielos es el servicio a nuestros hermanos, el servicio a las personas que están cerca de nosotros.
Alianza de amor con la Madre de nuestro Señor
Renovemos, hoy, nuestra alianza de amor con la Madre de nuestro Señor, recordando aquel mandato de Cristo en lo alto de la cruz: “He ahí a tu hijo, he ahí a tu madre”.
Que la Virgen María interceda por todos nosotros en este camino de discipulado a su hijo Jesús.
Nuestra Señora Reina tres veces admirable de Schoenstatt, ¡ruega por nosotros!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!