“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, él lo corta; y todo sarmiento que da fruto, lo poda, para que dé más fruto todavía. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros podéis dar fruto, si no permanecéis en mí” (Juan 15, 1-8).
Permanecer
Permanecer, ese es el verbo crucial del Evangelio de hoy.
Es una modalidad de la vida cristiana que podría traducirse por estar en comunión con Cristo, estar en intimidad con Cristo, ligado a Él. Debemos entender bien este concepto de comunión en Cristo.
No se trata de una acción intimista, orientada solo a mi acto devocional con Jesús, no se trata de aquella intimidad con Jesús que yo cultivo en la capilla, en el momento de la Eucaristía. Esa es nuestra obligación, eso es vitalidad para nuestra vida.
Permanecer en Cristo significa estar en comunión con su Iglesia por la profesión de fe, por los sacramentos y por el régimen eclesiástico.
Veamos: no hay comunión con Cristo en la desobediencia al magisterio de la Iglesia.
Tenemos la gracia de tener un Papa, un nuevo Papa, y él es el sucesor de Pedro. Por eso debemos cultivar una comunión profunda con él. No hay comunión con Cristo negando algunas verdades de la fe, es imposible. No hay comunión con Cristo en el rechazo de los sacramentos, querer ser íntimo de Cristo y vivir amancebado, sin confesarse, sin participar de la Eucaristía Dominical, eso no es comunión con Cristo.
Por eso Jesús afirmó ser Él la vid verdadera y nosotros los sarmientos; y también que debemos permanecer unidos a Él para poder producir frutos, porque fuera de Cristo, nos secamos y morimos.
Por eso, sin estas tres linfas, estas savias de las que hablamos – la profesión de fe, los sacramentos y la obediencia al magisterio y a la autoridad de la Iglesia – no hay cómo sobrevivir. Vamos a marchitarnos y secarnos en nuestra vida espiritual.
La comunión con Cristo, el permanecer en Cristo, repito, no es un acto intimista, es algo muy objetivo, son cosas muy prácticas de nuestra vivencia de fe para que seamos, de hecho, íntimos de Jesús y permanezcamos unidos para siempre a Él.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!