Un corazón con caridad y compasión, como lo de Jesús
La Iglesia dedica los jueves a la adoración de la Eucaristía. Y necesitamos tener este corazón adorador que, por medio de la Eucaristía, como dice San Juan Pablo II, es una fuente inagotable de tesoros espirituales que enriquecen nuestra vida cristiana y nuestra vida de santidad.
El Evangelio de San Lucas 13,31-35 nos dice lo siguiente: “Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados”.
Verdad con caridad
El corazón de este Evangelio está en Jesús, firme en la misión y lleno de compasión. Así es como Él actúa en su vida pública, y por eso los corazones eran tocados por la gracia de Dios. Y existe algo importante en la Iglesia que nos enseña lo siguiente: la verdad debe ser dicha con caridad y compasión.
¿Es o no es verdad que, cuando alguien viene a corregirnos o a decirnos algo, pero lo hace con aspereza, con desdén, eso cierra nuestro corazón? Jesús no actúa así. Él actúa de forma que comprende aquello que estamos viviendo, por eso nos trata con misericordia y compasión.
En este Evangelio, Él nos muestra Su rostro humano y divino al mismo tiempo. Él es firme, pero no amenaza; Él nos acoge. Esto es importante que comprendamos en el Evangelio de hoy.
Un amor que pasa por el dolor
¿Es o no es verdad que, cuando Jesús entra en nuestra vida, cuando estamos sufriendo, cuando estamos viviendo un momento de dolor, de enfermedad, Él viene para consolarnos, para acogernos ante nuestra realidad? Algunos fariseos hacían lo contrario, no prestaban atención, eran coercitivos, rígidos y personas sin compasión.
Jesús quería enseñarles a tener compasión incluso ante la persecución. Que Él nos ayude a comprender la voluntad de Dios, a comprender que Él es rico en misericordia y compasión.
Seamos así con Jesús, tengamos un corazón tierno y compasivo.
Que el Señor nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!



