La cuestión no es tener mucho o poco, la gran cuestión de la vida es el uso que hacemos de nuestros talentos
Pero su patrón le contestó: «¡Servidor malo y perezoso! Si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he invertido, debías haber colocado mi dinero en el banco. A mi regreso ya lo habría recuperado con los intereses” (Mateo 25,26-27)
La bonita parábola de los talentos nos muestra la inversión que Dios realiza en nuestra vida. Dios es quien coloca los talentos de la vida en nuestras manos. Recibimos dones, capacidades y la disposición para realizar muchas en la vida, por los tanto, todos nosotros tenemos talentos, dones y capacidad. La cuestión no es la cantidad de dones y talentos, la cuestión no es tener mucho o poco, la gran cuestión de la vida es el uso que hacemos de nuestros talentos. |
El Señor está, hoy, reprendiendo al siervo que es malo y perezoso. Entonces, son dos cosas que no podemos hacer con los talentos que tenemos. Lo primero es que hacemos mal uso de ellos cuando los usamos para realizar maldades. Aquí está todo el problema del pecado, de la corrupción que, muchas veces entran en nosotros y van corrompiendo los mejores dones que tenemos. Hasta podemos multiplicar los dones, pero usarlos de forma errada es lo mismo que no no usarlos, porque destruyen el bien en nosotros y el bien que está en el otro.
El punto clave del Evangelio de hoy es que el siervo no solo fue malo, sino perezoso. Y ser perezoso es sinónimo de ser relajado, de una persona inerte, que no va hacia adelanta y que, simplemente, quiere ver que el mundo siga girando, no es capaz de hacer que las cosas sucedan.
Ninguno de nosotros puede dejarse caer en la inercia, no importan las dificultades que tengamos ni los límites que podamos conocer. Yo soy profundo admirador de las personas que tiene limitaciones físicas; son personas que se superan y nos dan el ejemplo, porque son capaces de hacer algo más allá del límite que tienen. No son las limitaciones las que nos podan, sino la pereza que nos retienen, es la falta de valentía para arriesgarnos; es, muchas veces, la tendencia de detenernos para reclamar, murmurar o envidiar el talento que tiene el otro, mirar lo que tiene el otro y no lo que tenemos y somos capaces de hacer es muy dañino para nuestro espíritu y para nuestra creatividad.
No seas malo ni permitas que la envidia y la pereza te impidan crecer, te impidan avanzar, superarte y dar más con el don y el talento que tienes.
¡Dios te bendiga!