“Después dijo a sus servidores: ?El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no eran dignos. Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren?.” (Mateo 22, 8-9).

Este final del Evangelio de Mateo comienza a hablar del fin de los tiempos, sobre la venida del hijo del Hombre. De su venida, Jesús esta hablando. Y, en este tiempo, el Evangelio suele orientar sobre la vigilancia. Por eso, Jesús cuenta esta parábola sobre este hombre, que estaba preparando el matrimonio de su hijo, la fiesta del matrimonio de su hijo. Y el rey, este hombre, este rey, llamo entonces sus invitados para la fiesta.

Y nosotros acompañamos, en la lectura del Evangelio, que Jesús, al contar esta parábola, habla que algunos dieran algunas disculpas: cen esta fiesta; otros están ocupados en sus negocios; otros no quisieran ir”; cada uno dio una disculpa para no ir a la fiesta. Por eso, el rey, entonces, quedo enojado y mando el empleado llamar los de fuera, para que ellos pudiesen participar de la fiesta.

La fiesta ya estaba lista; ¿y ahora? ¿Cómo vas hacer? Entonces, llame los demás para que puedan participar de esta fiesta. Algunos – incluso de estos que fueron invitados – golpearon aquellos empleados que fueron llamar los demás para la fiesta e incluso mataran.

Somos todos invitados para el banquete del Señor, pero necesitamos estar con el traje de la santidad

Entonces, el jefe, el rey, decidió llamar otros para esta fiesta. Indignado, mando matar aquellos que había matado uno de sus empleados y llamo entonces otros que estaban en las esquinas de la calle, llamo a todos para que estuviesen, allí, en su fiesta, en la fiesta de su hijo, en el matrimonio de su hijo. ¿qué ocurrió? También, allí, en la fiesta, una persona no estaba con el traje de la fiesta, entonces, aquella persona también fue expulsa de la fiesta.

El Reino de los Cielos, mis hermanos, es así que va ocurrir, como Jesús presento: aquellos que fueron invitados para la fiesta no aceptaran estar en la fiesta, la fiesta que es el propio cielo, la fiesta que es el encuentro definitivo con Dios, con Nuestro Señor.

Ya que (y aquí el Señor esta hablando con el pueblo de Israel), ya que el pueblo de Israel no quiso saber, ya que el sumo sacerdote, los escribas no quisieron entrar,entonces, otros entraran. Los pecadores entrarán. Y los pecadores, entonces, fueron los invitados para la fiesta. “¡Pero, padre, había uno aquí que no tenía el traje de la fiesta y estaba allá!”, eso es para decir que también, en la fiesta del cielo, no da para entrar con cualquier ropa, es necesario estar con el traje de la caridad, con el traje de la justicia, con el traje de la santidad. Mis hermanos, nosotros somos todas invitados para la fiesta, para el banquete del Señor; pero nosotros necesitamos estar con el traje de la caridad, con el traje de la justicia, con el traje de la santidad.

Y, de hecho, aquellos que están ocupados con muchas cosas no entrarán en el Reino porque no obedecen a la invitación; y es una invitación, ¿no lo es? Nadie es obligado a entrar en el Reino de los Cielos, es una invitación, pero Nuestro Señor desea que todos estén allá, en el Reino de los Cielos, pero, para entrar en ese Reino, es necesario estar con el traje de la justicia, con el traje de la caridad, es decir, con el traje de la santidad.

Pidamos esta gracia al Señor, en este día, de escucharnos Su voz, Su invitación, de entrarnos en la fiesta, pero entrar en la fiesta con el traje correcto, es decir, viviendo la santidad de cada día.

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!