“Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente.» Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra” (Mt 5, 38-39).
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Jesús, en el Evangelio de hoy, parte de una ley del Antiguo Testamento para enseñarnos la superioridad del amor y del perdón.
Durante mucho tiempo, la ley de venganza era una ley que miraba disminuir o suavizar la violencia en aquel tiempo, estableciendo el límite del “ojo por ojo, diente por diente”. Es decir, el mal que yo hice, tu tienes el derecho de retribuir en la misma proporción.
Y Jesús, además, nos enseña el valor superior y fundamental del perdón. Perdonar significa vencer los sentimientos que nos llevan a querer no dejar sin castigo el mal sufrido. Y Jesús nos enseña que su justicia es el amor y el perdón.
Vivir el amor perdonando quien nos ha agredido y nos ha ofendido solo va ser posible su nosotros estamos en sintonía con Cristo, si nosotros estamos unidos a Él. Porque, en Jesús, encontramos un amor que es más fuerte que el odio, más fuerte que la venganza.
Amar y perdonar como Jesús es lo mismo que tener su reacción en la cruz. Jesús, en la cruz, rezo por sus enemigos, pidiendo al Padre: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34). Sabemos que no es facil reaccionar así.
Jesús nos enseña que su justicia es el amor y el perdón
En nuestra humanidad, cuando somos heridos somos dañados, la rabia a veces viene espontáneamente, y juntamente con la rabia viene un sentimiento también: el deseo de retrucar, de pagar en la misma moneda. Además, no vivir la violencia para nosotros que somos cristianos no es un comportamiento, pero es la forma de ser.
Ser cristiano es vivir así, es saber perdonar el mal sufrido, es una actitud de quien esta tan convicto de amor de Dios, de Su poder, que no tiene miedo de resistir el mal co las armas del bien, del amor y de la verdad.
El amor a los enemigos es el núcleo de la vida cristiana. Vivir de forma cristiano es amr los enemigos, es saber amar los enemigos, es vivir esta revolución del amor, un amor que definitivamente no se apoya en los recursos humanos, pero es un don de Dios.
Amar como Jesús nos enseño es un don de Dios. Y esta novedad del Evangelio, que cambia el mundo sin hacer mucho ruido, es lo que nosotros debemos buscar. Este es el heroísmo de los pequeños que creen en el amor de Dios y lo difunden hasta la propia donación de vida. Amar al punto de, a veces, si necesario dar la propia vida.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!