“Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino” (Lucas 10, 2-4).
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Amados hermanos, hoy celebramos la fiesta de San Lucas, el Evangelista. Hay algo especial en este hombre de Dios. No convivió con Jesús, no fue testigo ocular de su vida. Pero algo interesante sucedió: Lucas vivió con Nuestra Señora, y todo lo que sabemos sobre el Evangelio de Lucas, en relación a María y a la vida de Jesús, se debe a los relatos de ella.
El Evangelio de San Lucas tiene tres etapas importantes:
San Lucas es el Evangelista de María. Solo él nos narra la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús y su presentación en el templo. ¿Cómo sabía todo esto? Porque Nuestra Señora le contó todos los detalles.
San Lucas es el Evangelista del Corazón de Jesús. Es quien mejor nos revela la misericordia de Dios a través de las parábolas: la moneda perdida y reencontrada, la oveja perdida y hallada, el hijo pródigo. Es el Evangelista de la Caridad, pues narra la parábola del buen Samaritano y habla del amor de Jesús por los pobres. Él nos presenta el sufrimiento de la viuda de Naím que recibió, con delicadeza, a la pecadora.
San Lucas es el Evangelista del Espíritu Santo. Él presenta a la comunidad cristiana como teniendo un solo corazón y una sola alma. Él también revela el corazón misionero de los discípulos y de los apóstoles.
En la fiesta de este gran Evangelista, percibimos el camino recurrido por él para llevarnos al centro del Corazón de Dios, de su misericordia y de su amor.
Perciban, hermanos míos, la riqueza del Evangelio de San Lucas. Él nos habla de Nuestra Señora, de la misericordia de Dios, de la caridad del Corazón de Jesús. Él nos trae la esperanza de que Jesús vino, realmente, para los pecadores, para los más vulnerables, para los más débiles. Por eso, necesitamos pedir al Evangelista Lucas confianza, paz y alegría.
Pidamos la intercesión de San Lucas para que él nos ayude a confiar en la misericordia de Dios y en su salvación. Como en la parábola de Zaqueo, cuando Jesús lo miró y dijo: “Hoy, la salvación ha entrado en tu casa”. Eso es lo que el Evangelista Lucas vino a traernos: la salvación que hoy entra en mi casa y en la tuya.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!