“En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,1-5.10.12-14).
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Hermanos, hermanas, la liturgia de este día nos pone ante una situación límite de los discípulos. Probablemente, esa pregunta: “¿quién es el mayor?” fue movida por algún sentimiento de envidia que estaban viviendo en ese momento. Por realidades que vimos anteriormente, cuando Pedro recibió el poder de las llaves, o cuando aquellos otros tres discípulos estaban con Jesús, por ejemplo, en el momento de la transfiguración.
El Reino de los Cielos y la simplicidad del corazón
Eran tres los que Jesús había elegido y, lógicamente, eso generó un sentimiento de competición en el corazón de los discípulos, a tal punto de hacerles formular esta pregunta: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”. Debemos recordar el pasaje del Evangelio que habla de la puerta estrecha. Para entrar en el reino de los cielos, debemos hacernos y ser pequeños. Esta es la dirección del Evangelio de este día que celebramos a Santa Dulce de los Pobres.
Es grande en el reino de los cielos el que tiene un corazón humilde. Es grande en el reino de los cielos el que tiene un corazón simple y libre de competiciones carnales, de competiciones meramente humanas. El reino de los cielos se mueve por un corazón que permanece en comunión con Dios.
Entonces, en este día, pidamos esta gracia a nuestro Señor, para que nuestro corazón esté constantemente en comunión con Él, y que busquemos siempre la simplicidad, haciéndonos menores para entrar por la puerta estrecha.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!