“En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos” (Mc 9, 2-10).
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Hermanos y hermanas, estamos ante una experiencia de teofanía, como las grandes teofanías que se vivieron en el Antiguo Testamento. Aquí, podemos recordar a Moisés y a Elías, quienes también serán mencionados en el texto del Evangelio de hoy. Moisés y la zarza ardiente, y Elías, en aquella experiencia en que Dios se le manifestó, no en el terremoto, no en los grandes huracanes y vientos fuertes, sino en una brisa suave. Allí Dios se manifestó a Elías.
La luz de la transfiguración
¿Pero cuál es la diferencia de esta teofanía de hoy? Es que el propio Jesús se presenta y se muestra a estos tres discípulos en su identidad divina. Entonces, en el evento de la transfiguración, Él revela su identidad divina. En el Evangelio que estamos meditando en este día, San Marcos, utiliza realidades de este mundo para decir cómo fue de inalcanzable aquella luz. Claro, aquí él dice que ninguna lavandera sobre la tierra podría blanquear una ropa de aquella manera, tal era la blancura de la ropa y de Jesús en aquel momento de transfiguración.
Ese momento de transfiguración, de manifestación de Dios, de teofanías, también podemos vivirlo porque, constantemente, Jesús se nos manifiesta. Sabemos que Él es Dios, pero en tantas situaciones, también tocamos la experiencia del resucitado. A veces, en situaciones de enfermedad, otras en situaciones de sufrimiento que nadie entiende. Las personas de afuera podrían pensar que estás decayendo, pero porque tienes una experiencia viva y verdadera con el Señor, una experiencia de transfiguración, aún en medio del sufrimiento, las personas verán luz en ti.
Esa es la luz del resucitado, de la presencia de Cristo, que transfigura también nuestra existencia, nuestra vida, porque el evento de la transfiguración es sobrenatural, que toca también tu vida.
Que seas tocado por este sobrenatural en este día de celebración de la transfiguración del Señor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!