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“Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace” (Mateus 8, 5-9).
Mis hermanos y mis hermanas, estamos dentro de este tiempo propicio para nuestra conversión, que es el Adviento.
El Evangelio de hoy nos habla: “Yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados”.
Sumisión en el amor
Sumisión y autoridad. Fue con estos dos conceptos que el oficial romano despertó la admiración de Jesús. Y él no era una persona del medio de los fieles, pero un miembro del ejercito romano, que – ustedes saben – oprimían en gran parte los judios.
Fue con estos dos términos de la jerarquía de un batallón de soldados que el oficial dijo como creya en Jesús y la que él estaba dispuesto. Las expresiones que él usa dan una idea de un abandono total. de este oficial en las manos de Jesús.
Incluso la cuestión del alejamiento y la presencia son puesto de lado. El único pedido es: hable solo una única palabra, y mi empleado quedara curado.
¡Cuanto nosotros debemos aprender con esta afirmación! “Monon” esta en el Evangelio: solo una única palabra. Jesús podría haber sido monosilábico.
¡Debemos pedir perdón a Dios, porque cuantas confirmaciones, cuantas palabras, cuantas señales, muchas veces, nosotros pedimos para Dios! Por eso es importante no transformar el tesoro de nuestra fe en creencias, en juegos. Si Dios me hace eso, yo hago algo para Dios. Amemos a Dios de una forma sin pretensiones.
El oficial se reconoce un hombre “bajo’; y él nos habla así: “Yo soy hombre bajo autoridad”. Él se reconoce “bajo”, debajo de una orden superior.
¿Será que nosotros sabemos someternos a la voluntad del Señor en nuestra vida así como ese oficial? Someterse a Dios es confiar que Él hara lo mejor para nosotros. No aquello que queremos, pero aquello que nosotros necesitamos.
La fe no pide señales, pero muestra una confianza de Aquel que nos ama no dejara de escucharnos y hará lo que es justo para nosotros.
Por eso, hoy, vamos aprender con ese oficial romano que tenía una consciencia muy clara sobre autoridad y sumisión. De saber cuando él necesitaba ponerse bajo la voluntad del Señor para coger aquello lo que Él quería dar. Pidamos al Señor esta gracia, en este tiempo del Adviento, de ejercitarnos nuestro corazón en la sumisión a la voluntad de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
