“Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. Y dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha.»” (Mt 9, 36-38).
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Jesús se compadece de la multitud que esta cansada y agotada, como ovejas sin pastor. Y si compadecer, sentir compasión, es un sentimiento divino porque nos hace sentir el sufrimiento del otro; como si aquel sufrimiento fuese nuestro.
Y Jesús siente ese sentimiento de compasión, que es ese sentimiento profundo que viene de las entrañas. Y cometido de este sentimiento de compasión, por aquel pueblo que estaba sufriendo como ovejas sin pastor, Él no descansa mientras no consigue hacer algo por ellas.
Jesús se da cuenta que son personas necesitadas y por eso se dispone a hacer algo, a tener una actitud en relación a ellas. Además, Jesús también reconoce que son pocas las personas que se disponen, por eso que al llamar los Doce y enviarlos en misión, Él sigue también llamando otras personas.
Sentir compasión es un sentimiento divino, porque nos hace sentir el sufrimiento del otro
Aún hoy, Jesús sigue a llamarnos para la misión. Porque toda la vocación en la Iglesia es, en el fondo, una respuesta a los sentimientos de Cristo. Toda respuesta de vocación es una respuesta a los sentimientos de compasión de Jesús, que se compadece de Su pueblo que sufre, como ovejas que no tienen pastor.
Por eso, al responder al llamado de Jesús — para ser un obrero en Su obra —, es el mismo que comparte de los sentimientos de Cristo, que se compadece de Su pueblo. Por eso, si tu siente un llamado a corresponder, Jesús que nos llama y sigue a llamarnos, sigue a pedir obreros para Su obra.
No tenga miedo de responder sí y corresponder con los sentimientos de JEsús, que sigue compadecer de Su pueblo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
