“Pues Dios amó mucho el mundo, que ha dado Su Hijo unigénito, para que no muera todo que en él cree, pero tenga la vida eterna. De hecho, Dios no ha enviado Su Hijo al mundo para condenar el mundo, pero para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3, 13-17).
Locura de la Cruz
Hermanos y hermanas, hoy, nosotros celebramos el Domingo, Día del Señor, y celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz juntamente con otra gran alegría, el cumpleaños de Sumo pontífice, el Papa León 14. Nuestras oraciones por él, en este día, con el pueblo de Dios que se reune para escuchar la Palabra, que se reune alrededor de la Palabra y de la Eucaristia.
Somos invitados a participar de la Santa Misa, que es precepto, de este día, con el corazón dispuesto, abierto a la transformación. Y, hoy, nosotros escuchamos ese texto que habla del amor de Dios.
La cruz no es locura, es amor
Dios amó mucho el mundo, que nos ofreció Su Hijo en este día de la Exaltación de la Santa Cruz. El amor de Dios, hermanos y hermanas, supera toda y cualquier medida y lógica humana. Por eso, en muchos relatos del Nuevo Testamento, escuchamos personas hablando de la cruz como locura, porque estas personas aún están el la lógica humana.
Esta forma de amor parece locura para la humanidad, porque no conseguimos explicar eso. Y cuando no sabemos explicar una realidad, o la tratamos con indiferencia o creamos alguna explicación, aún que sea la explicación de quien nos habla que amar de esta forma es locura.
No es locura porque es amor, es amor genuino, amor verdadero. No el amor romantico, pero muy real.
La cruz es nuestra salvación
¿Miro para la cruz, y que veo? Debemos preguntarnos: ¿qué veo cuando miro para la cruz? Yo no veo sangre. Yo veo amor transbordando, veo amor fluyendo y bañando aquel que se ha entregado, Jesús. Fluyendo y logrando las almas que se encontraban lejos. Ese amor que fluye de la cruz nos alcanza.
La cruz no es locura, ella es expresión de amor. La cruz es nuestra salvación. Porque, allí, el amor ha dado la vida para nuestra salvación, para que tuviésemos vida en abundancia, para que merecemos la vida eterna.
Reflexionamos esta realidad en este domingo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!