“El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lucas 12,39-48).

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Jesús sigue hablando en parábolas de su inesperada venida, su venida en la parusía. Esta venida inesperada en el final de los tiempos será como la llegada de un ladrón. El ladrón es aquel que llega por sorpresa, aquel que no avisa, porque si lo hiciera, si el dueño de la casa supiera a qué hora vendría el ladrón, de ninguna manera dejaría que robaran su casa.

Por eso, también nosotros debemos estar siempre alerta, siempre preparados, porque Jesús volverá. Aunque su venida es incierta, no sabemos el día ni la hora, pero sí sabemos que ese día llegará, el momento de su venida será seguro. Puede ser dentro de poco, puede ser dentro de una hora, puede ser dentro de muchos años, pero sabemos que el Señor vendrá.

Y Jesús revela esto a sus discípulos, a sus elegidos, a sus ministros, para que ellos sean los primeros en vivir esta espera, en vivir esta prudencia, en vivir esta espera de manera coherente, de manera responsable y también instruyendo, guiando, enseñando, anunciando esta segunda venida, generando en el corazón de las personas esta confianza, esta confianza en la venida del Señor y, por tanto, esta espera.

Que la vida del discípulo anuncie esta venida y genere en el corazón de las personas esta expectativa

Y el discípulo es este administrador de las cosas del cielo, un administrador que recibe muchos dones, recibe muchas funciones en vista de la expansión del Reino de Dios, en vista del mayor alcance de este mensaje de salvación. Por eso es responsable, sí, responsable de vivir de forma coherente, de vivir de forma que su propia vida anuncie esta venida de Jesús. Una vida que anuncie y viva la espera de la venida del Señor que regresará.

Así que el discípulo es un privilegiado, pero es un privilegio al que debe corresponder, corresponder con fidelidad, viviendo una vida que dé testimonio, testimonio de esta espera. El Señor vendrá, el Señor volverá, Él nos prometió que vendría. Entonces, que la vida del discípulo anuncie esta venida y genere en el corazón de las personas esta expectativa.

A nosotros que somos llamados, el Señor que ya nos lo ha revelado, ya conocemos esta verdad, sabemos que el Señor volverá.

Que sepamos vivir esta vida coherente, la vida que anuncia que el Señor vendrá pronto.

Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.