San José, el ejemplo de vida sin reservas a Dios
Hoy, miércoles, día de San José, patrono de la Iglesia Universal. Necesitamos aprender de San José lo que vamos a escuchar en el Evangelio sobre la Puerta Estrecha, es decir, poner a Dios como las primicias de nuestro día, pero también de nuestra santidad en la búsqueda de la eternidad.
San José quiere enseñarnos a ser hombres y mujeres que pasan por la Puerta Estrecha en el sentido de darnos a Dios sin reservas. Y el Evangelio de San Lucas nos dice lo siguiente: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta que nos lleva a la perdición” (Lucas 13,22-30).
Elegir valentemente a Cristo
Mi hermano, mi hermana, lo que necesitamos comprender de este Evangelio es que necesitamos esforzarnos para entrar por la Puerta Estrecha. El Evangelio de hoy nos presenta una pregunta muy actual.
Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?
Jesús, como siempre, no responde directamente con números. Él no especula cuántos se van a salvar, cuántos se van a convertir, cuántos van a hacer Su voluntad. ¡No! Jesús no quiere que hagamos ese tipo de cálculos y preguntas. Su mirada es hacia dentro de nosotros, para que podamos tomar una decisión personal y valiente por Él, es decir, vivir con seriedad el camino de la salvación.
La puerta estrecha es exigente, pero salvadora
El término “esforzaos” en el original griego es agonizeste, que recuerda el esfuerzo de un atleta en una competición o de un soldado en combate. Esto demuestra que la vida cristiana no es pasiva, sino una lucha diaria contra el egoísmo, la superficialidad y el pecado.
La puerta estrecha no es una imagen para asustarnos, sino para despertarnos. Recuerda, mi hermano: Jesús no quiere nuestra perdición. Él quiere nuestra salvación. Por eso no vivamos la dinámica de la “Puerta Estrecha” con miedo, sino para despertarnos a la vida eterna y para desprendernos del pecado.
Que el Señor nos ayude y nos libere de todo miedo que pueda llevarnos lejos de Dios.
Que Él nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
