“Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte” (Lucas 15,10).

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Mis hermanos, hoy, día 3 de noviembre, es el día en que conmemoramos San Martiño de Lima. Lima (Perú), ese Santo aquí de América Latina nació en el año 1579 y murió en el año 1639.

El Evangelio de hoy habla sobre los pecadores, de los publicanos, que eran recibidos por Nuestro Señor Jesucristo. Jesús los recibían, y los fariseos, los maestros de la Ley criticaban Nuestro señor porque Él estaba con estos pecadores, con esta mala gente. Mis hermanos, Nuestro Señor no se contamina con la mala gente, pero Él transforma aquellos que son malos. él no se convierte pecador porque esta con los pecadores, pero Él santifica los pecadores. Por eso nosotros necesitamos siempre pedir a Nuestro Señor que esté en nuestra vida, porque nosotros somos pecadores y necesitamos del Santo en nuestra vida, del Cristo en nuestra vida.

Él Señor tenía esta predilección por los publicanos, por los pecadores, por aquellos que eran dejados a la margen de la sociedad, porque el Señor ha venido exactamente para los enfermos, para aquellos que no tenían nada o casi nada. Él Señor ha venido para los humildes.

Hablando de humildad, recordamos de San Martiño de Lima, hijo de una esclava con un español, despreciado por causa de su color, por causa de su raza. Despreciado por los hombres, pero no despreciado por Dios; elegido por Dios, porque el Señor tiene preferencia por los pequeños, por los humildes.

Sintámonos con la responsabilidad de responder a la opción de Dios, viviendo la humildad

Como ocurrió con Nuestra Señora, El Señor elevo los humildes, el Señor elevo San Martiño de Lima a los altares, por supuesto que él hizo un camino de humildad, él hizo un camino de mucha humillación.

Él era dentista, era barbero, servía a los pobres, pero sintió un llamado para entrar en los dominicanos (una Orden religiosa medicante). Allí, sin embargo, él también no fue acepto a principio. Había, desgraciadamente — como existe hoy — , un gran preconcepto, y él era despreciado, pero insistió mucho: “Pero por lo menos, dejame hacer los trabajos sencillos de la congregación”. Él insistió mucho hasta que consiguió recibir el habito de dominicano, y siguió su camino de santidad ayudando los pobres, ayudando los necesitados.

Él se santificó con las cosas sencillas. Si pesquisas en la internet una imagen de San Martiño de Lima, tu vas averiguar que existe algumas imagenes, pinturas, en que él esta con una escoba en la mano, porque él se santificó con las cosas sencillas.

Mis hermanos, pidamos esta gracia, en este día, de sentirnos elegidos porque somos despreciados, porque somos pecadores, pero el Señor nos eligio. Y sintámonos aún con la responsabilidad de responder a esta elección de Dios, viviendo la humildad, viviendo los servicios sencillos.

San Martiño de Lima se santificó en las cosas sencillas. Se santificate también en las cosas sencillas, limpiar tu casa, lavar tus vasijas, dar buenos días, teniendo una buena cara para las personas que están alrededor de ti. Sirviendo en las cosas sencillas, te santificarás, nosotros nos santificamos. ¡Que San Martinho ruega por nosotros!

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!