“Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lucas 18, 35- 43).
Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español:
Mis hermanos y hermanas, hoy estamos ante esta palabra de Dios, ante un episodio de la vida de Jesús y de la vida de este ciego. Jesús iba camino de Jerusalén, y Jericó era una ciudad que antiguamente era la entrada a la tierra prometida.
Recordemos que el pueblo de Dios, antes de entrar a la tierra prometida, tenía un último obstáculo, la ciudad de Jericó, las famosas murallas de Jericó, comúnmente hacemos la espiritualidad del Cerco de Jericó, es precisamente para vencer los obstáculos que nos impiden entrar a la tierra prometida, es decir, vivir en gracia de Dios.
Jericó era esa entrada a la tierra prometida. El mismo lugar donde el pueblo israelita llegó de la esclavitud de Egipto, de aquel régimen de mendicidad y ceguera espiritual. Esto es importante porque vamos a entender por qué este ciego está aquí.
En los momentos de crisis, saber escuchar la voz de Dios que habla en nuestro interior. En momentos de oscuridad, saber buscar ayuda en el lugar correcto. En momentos de desesperación, suplicar a Dios en la oración que se apiade de nosotros, como hizo con ese hombre
El hombre era ciego y mendigo, dos condiciones de pérdida total del sentido de la vida.”No veo, no tengo nada y, por tanto, no soy nadie”, esto es lo que estaba en el corazón de aquel hombre. Pero este hombre, incluso en medio de todo esto, guardaba cosas muy importantes en su corazón que nosotros también necesitamos cultivar: la
capacidad de escuchar, de hacer preguntas y la capacidad de rezar.
En medio de nuestras tribulaciones, no perdamos nunca eso. La capacidad de escuchar, de hacernos preguntas y la capacidad de rezar. En los momentos de crisis, saber escuchar la voz de Dios que habla en nuestro interior. En momentos de oscuridad, saber buscar ayuda en el lugar correcto. En momentos de desesperación, suplicar a Dios en la oración que se apiade de nosotros, como hizo con ese hombre.
Una escucha atenta, una sana inquietud y una oración insistente. Esto es lo que nos enseña el episodio del ciego de Jericó. Esto es lo que podemos hacer para salir de nuestras crisis y contemplar las promesas de Dios en nuestras vidas. Contemplamos la acción de Dios en nuestra historia y dejamos esa postura de victimismo, esa postura de
postración, de desánimo, porque Jesús está pasando en medio de nosotros, como pasó en la vida de este hombre.
Escuchemos su voz, acudamos a Él y digámosle con toda nuestra fe y confianza: “Hijo de David, ten piedad de nosotros!”.
Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.Amén.