“Y el que reciba a un niño como este en mi Nombre, me recibe a Mí. No desprecien a ninguno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles en el cielo ven sin cesar al rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mateus 18, 5.10)
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Hoy, la Iglesia celebra el Día del Ángel de la Guarda. Y la existencia de los ángeles es una verdad de fe que nos garantiza el testimonio de la Sagrada Escritura, que en diversos pasajes nos habla de la aparición de estos seres espirituales que son servidores, mensajeros de la voluntad divina, pues son seres que contemplan el rostro de Dios, están constantemente delante del rostro de Dios. Los ángeles son criaturas de Dios, seres espirituales que están al servicio de la gloria de Dios. Dotados de inteligencia y voluntad, son designados por Dios para guiarnos en el camino de la salvación.
Nosotros no estamos solos, tenemos un ángel de la guarda que nos ayuda, que nos protege y que nos pone en el camino de la salvación. Y cuando Jesús habló del amor de Dios Padre por los niños y por los que se hacen como niños, dijo: “Cuidado, no desprecies a uno de estos pequeños”. Les digo que sus ángeles en el cielo miran sin cesar el rostro de mi Padre que está en los cielos. Y esta expresión de Jesús en el Evangelio de hoy nos revela esta verdad de fe, la verdad de que cada uno de nosotros tiene un ángel de la guarda que vela constantemente por nosotros, que nos custodia, que nos vigila.
Que cada día recemos a nuestro ángel de la guarda, pidiéndole que, en efecto, nos guíe por el camino de la salvación
Dios, conociendo los peligros espirituales que amenazan nuestra vida y nuestra salvación, creó y designó a sus más altos ministros y servidores para que nos protejan de todo mal. Desde el comienzo de nuestra vida hasta el último instante de la muerte en este mundo, estamos rodeados por la protección de nuestro ángel de la guarda, nuestro ángel custodio que intercede y nos protege y nos pastorea hacia la salvación.
Por lo tanto, hermanos míos, debemos cultivar siempre en nuestra espiritualidad la certeza de que nunca estaremos solos. Delante de lo que nos amenaza, amenaza nuestra salvación, Dios no nos abandonó. Dios ha colocado a su siervo, el ángel, para custodiarnos. Él ha colocado a nuestro lado un ángel que nos custodia, que vela por nosotros, porque la mayor gloria de Dios es nuestra salvación. La mayor gloria de Dios es la salvación de sus hijos.
Que hoy demos gracias a Dios, que en su amor, en su bondad y en su misericordia ha puesto a nuestra disposición a sus ángeles para librarnos de los peligros de este mundo, pero también para conducirnos a una relación profunda con Él. Que cada día recemos a nuestro ángel de la guarda, pidiéndole que, en efecto, nos guíe por el camino de la
salvación.
Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.