“¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Jn 6, 68-69).
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Amados hermanos y hermanas, más una vez, estamos escuchando hablar sobre vida eterna, pero, ahora, en un contexto más profundo, porque el Evangelio nos habla: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. ¿Qué quiere decir eso mis hermanos, mis hermanas? Quien camina con Jesús tendrá las exigencias propias para seguir a Él, porque Jesús nos habla: “Aquel que toma su cruz y no me sigue, no es digno de mí”. Entonces, mi hermano, mi hermana, nosotros tenemos que tener esta misma convección que los discípulos tuvieran, que los santos tuvieran: ““Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Este contexto que nosotros escuchamos en el Evangelio es para decir que el seguimiento a nuestro Señor Jesucristo exige renuncia, exige dejar los propios interés, los propios sueños, para hacer la voluntad de Dios. Y, mis hermanos, se creemos en eso, estaremos creyendo que todo lo que el Cristo habla trae para nosotros un impacto profundo de vida eterna. Porque la Palabra de Dios es transformadora, la Palabra de Dios tiene el poder de transformar todo. ¡Es exigente!
La Palabra de Dios tiene el poder de transformar todo
Yo, con 17 años de edad, cuando tuve una experiencia personal con Jesús, yo sentí la fuerza de estas palabras que los discípulos dijeran para Jesús: “Solo tu tienes palabras de vida eterna. ¿A quién iremos?”. Desde aquel momento, yo he necesitado renunciar a mis amigos que caminaban conmigo. Yo nunca he utilizado droga, nunca bebi, nunca he fumado, pero yo estaba con las personas que hacian todo eso. Yo he presenciado mis amigos usar drogas delante de mí, todos los tipos de drogas.. He visto todo eso, pero no me dejaba ser llevado por aquello. Dios ya tenía un propósito en mi vida, y cuando me encontré con Jesús, tuve que hacer la opción, pues, ¡seguir Jesús es dureza! Tuve que apartarme de estas personas con quien yo caminaba. ¿Por que ellas eran malas? no, eran mis amigos, pero hacian cosas que aquella vida, que ahora yo había ganado de Jesús, ya no podía hacer más parte.
Yo tuve que hacer una opción al llegar en casa, después de mi experiencia personal con Jesús. Cuando llegué em casa, en el domingo, en el día 27 de septiembre de 2000, en mi habitación al acostar, en mi almohada, en mi cama, yo he despertado a las seis horas de la mañana, en el lunes de aquel otro día, y Jesús dijo para mi corazón: “Vete para afuera, coge una bolsa oscura y pon todo aquello que no pertenece a mí”. Fue una decisión difícil, porque, en aquella bolsa, puse las películas pornográficas, la revistas pornográficas, yo fui tirando todo en él. He atado. Y el Espíritu Santo dijo a mi corazón: “¡Ahora, pon fuego en todo eso!
¡Fue difícil , mi hermano! Porque, en el otro día, tuve que renunciar a mis amigos; en el otro día, tuve que dejar de caminar con ellos, porque no comportaba más estar con ellos, para decir lo que el Evangelio nos habla: “Senhor, ¿a quién iremos? Si solo tu tiene palabra de vida eterna”. Hoy, yo voy en la casa de todos estes amigos; y, como sacerdote, estoy en el medio de ellos, converso con ellos, no juzgo a ellos. Pero mi presencia, cuando llegó, es una presencia de Dios, y ellos me respetan, y yo respeto cada uno de ellos.
¿Por que estoy hablando de este testimonio? Para decir que es duro seguir a Cristo, y quien quiere seguir a Él debe renunciar a todo lo que no conviene más a un cristiano. Que Dios te pueda dar esta fuerza, que Dios te pueda dar esta coraje, que tu vida sea impactada en la dureza del Evangelio, y tu puedas decir también pata Cristo: “Solo tu tienes palabras de vida eterna. ¿A quién iremos?”
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
