“En aquel tiempo, Jesús entró en la barca y sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.” (Mt 8, 23-27).
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Hermanos y hermanas, un hombre que controla los vientos y el mar. Ya hemos visto un personaje así en la Biblia. No se trata de un superhéroe, de esos de las películas de Marvel, sino de Moisés. Fue Moisés en la saga del Éxodo. En esa ocasión, Dios le dijo: ” ¿Por qué clamas a mí pidiendo ayuda? Dile a los israelitas que se pongan en marcha. En cuanto a ti, alza la vara, extiende la mano sobre el mar y divídelo para que los israelitas pasen en seco por el medio del mar”. Eso está ahí en el libro del Éxodo.
Qué no debía haber viento en medio de ese mar, ¿no es verdad? ¡Qué fuerza esas olas no debían hacer para romper esa eira que se abrió con el cayado de Moisés! Un episodio que dejó claro a los israelitas el poder de Dios y la fuerza de la confianza que debemos tener en Él. Fue un ejercicio de mucha confianza que Moisés y el pueblo necesitaron tener en la palabra del Señor. Y esto lo conecto con el episodio de hoy, porque, en el Evangelio de hoy, tenemos al nuevo Moisés, Jesús.
Es Cristo quien calma el viento y el mar
Ahora, Él ya no usa el cayado, porque da una palabra de orden. Justamente porque Él es la palabra de orden que pone fin a toda amenaza contra aquellos que lo aman. Es su palabra amenazar al viento y al mar de nuestras tribulaciones.
Existen situaciones que hacen una presión enorme sobre nosotros. Vea esto, hoy, en su vida, contemple esto en su vida hoy. Pero esas fuerzas descomunales de la naturaleza, viento y mar, se convirtieron frágiles ante la potencia de Cristo, el hijo de Dios. El secreto es confiar en la Palabra de Cristo, es obedecer aquello que Él nos dice, porque así veremos la gloria de Dios se manifestar bien delante de nuestros ojos.
No importa la situación que esté enfrentando hoy. No importa la presión que esté sobre usted en este momento. Importa confiar en la palabra de Cristo, importa confiar que Él puede cambiar todas las cosas. Él que calmó el viento y el mar puede también calmar nuestras tempestades.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!